Cuando lo vieron entrar -fue su última aparición en público- todos creyeron que el genio llegaba con nuevo dispositivo con el que maravillar el mundo de la información.
Sin embargo, a sólo cuatro meses de su muerte, Steve Jobs llegaba hasta el ayuntamiento de Cupertino para hablar de su ciudad-edificio, o según sus propias palabras, “del mejor edificio de oficinas del mundo, que en el futuro visitarán los estudiantes de arquitectura”.
Se notaba que las fuerzas no era lo que le sobraba; se veía extremadamente delgado y demacrado, pero los ojos le brillaban como cuando mostraba al mundo, por ejemplo, su mítico iPhone.
Una vez más la intención era la de echar abajo lo establecido, de dinamitar las reglas, y para ello mostraba los dibujos de un edificio que parecía un nave espacial circular, gigantesca, con capacidad para albergar a 12 mil personas, en las condiciones más futuristas que fuera posible imaginar. Y para hacerlo absolutamente real, ya estaba en manos del despacho del arquitecto Norman Foster. Algo nunca antes visto en Silicon Valleyy la ciudad de Cupertinon con sus construcciones de un aburrido proverbial, donde se levantará el imponente disco-edificio.
El edificio constará con cuatro pisos de altura y 252.000 metros cuadrados de superficie total, o algo así, para una idea general, como dos tercios del tamaño del Pentágono. Y para una más exacta, el comedor principal tendrá una capacidad para 3.000 comensales de una vez.
Y ya entrados en el tema, es aquí donde empiezan las maravillas: Al llegar los coches “desaparecerán” bajo tierra por una red de carreteras y estacionamientos. Para lograr una red de energía cero, el techo será un gigantesco panel solar (miles de ellos) de 700.000 metros cuadrados, suficientes para generar ocho megavatios de energía (podría abastecer a 4.000 hogares). Las ventanas y puertas se abren o cierran automáticamente dejando entrar la cantidad necesaria de luz y aire, con un consumo casi ideal.
Y eso es sólo algo de la parte arquitectónica del edificio (las exquisiteces menudean), porque al margen, Jobs pretendía que fuera absolutamente verde y en absoluta comunión con la naturaleza. Por ello el proyecto incluye 15 hectáreas de pastizales autóctonos y 309 especies diferentes de árboles, entre ellos 6,000 nuevos y un millar ya existentes, desenterrados, almacenados durante la construcción y trasplantados posteriormente; en el interior de la circunferencia crecerán manzanos, albaricoques y olivos.
Enemigo de las imperfecciones, Jobs llevó su proyecto al detalle: Las planchas del techo, una por una, paredes y pisos han de ser pulidos para alcanzar una suavidad sobrenatural. Toda la madera interior provendrá de una especie específica de arce, específicamente de sus corazones.
Finalmente, el talón de Aquiles parece ser el dinero: Cuando Jobs hizo público su proyecto, en junio de 2011, el presupuesto estaba calculado en alrededor de 3 mil millones de dólares pero ya sobrepasa los 4 mil millones, y sin haber comenzado aún los movimientos de tierras. Sin embargo, ése decididamente no será nunca un problema para Apple, porque los 200 mil millones en efectivos de la compañía son un respaldo sólido al proyecto del gran Steve.
Y, por supuesto, ahí están siempre los escépticos, o decididamente contrarios a las ideas de Jobs que no faltan. Un ejemplo de ello es el comentario de Scott Wyatt, de la firma NBBJ, que proyecta oficinas en la región para Google y Samsung (casualmente competidoras de Apple), quien señala: “La estética parece triunfar sobre la productividad. En vez de un gran lugar para trabajar, se parece más a un objeto, al igual que el iPhone es un objeto”.
Sólo qué, con escépticos o sin ellos, el proyecto de la “nave espacial” de Steve Jobs está a punto de iniciar la ignición para el despegue, aprieten los cinturones.
El arranque de la obra, aunque ya retrasado según planificación original, está previsto para el próximo verano, y que los ocupantes del edificio puedan mudarse a sus instalaciones, totalmente terminadas, a mediados del 2016.
Vía: El Mundo al Instante