¿Preparados para la paz?

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Por: Andrés Felipe Castañeda. —

Esta semana ha iniciado en La Habana la segunda etapa de diálogos entre el Gobierno y las Farc. El ambiente político en el país es tenso, la opinión pública está dividida, los actos de violencia continúan–pese al anuncio de alto al fuego por parte de las Farc- y la lista de víctimas cada día se hace más extensa.
Al contrario de lo que se ha dicho, considero que los diálogos deben llevarse a cabo entre el Gobierno y la guerrilla, pues permitir la participación civil terminaría por evidenciar la profunda grieta social que atraviesa el país: con la opinión absolutamente fragmentada y el odio político intensificado, la participación social no traería nada bueno. Los medios de comunicación tampoco deben tener cabida en el desarrollo de las conversaciones, su única función debe ser opinar e informar.
Sin embargo, creo firmemente que la sociedad debe ser partícipe en la construcción de la paz, pero eso viene después. Debe haber un proceso de asimilación y entendimiento para que todos los sectores sociales tengan cabida, principalmente las víctimas.
Desafortunadamente, por la tergiversación de la información y las interpretaciones amañadas de algunas personas, es común leer comentarios indignados de quienes piensan que la consecución de un tratado de paz con la guerrilla conllevaría a que personajes como “Timochenco” lleguen a la presidencia. Sinceramente, no lo creo, y espero que no.
Pero este tipo de interpretaciones tienen una razón, y es que de manera desafortunada, Colombia no está preparada para la paz. No creo que exista ningún colombiano que haya vivido en un país sin guerra.
Recibimos el siglo XX con la Guerra de los Mil Días (1899-1902), el primer conflicto con Perú en 1911, el inicio de la Violencia Política en 1930, el segundo conflicto armado con Perú en 1932. Luego del asesinato de Jorge Eliecer Gaitán en 1948, la violencia en el país se recrudeció y a mediados de 1960 desencadenó en la guerra sin final que hoy padece Colombia.
También hay que tener en cuenta la masacre de indígenas en el Amazonas durante la bonanza cauchera a principios del siglo XX, la persecución a los liberales durante la Hegemonía Conservadora, la masacre de las bananeras en 1928. La lista es prácticamente interminable y desafortunadamente, Colombia se ha desarrollado en un entorno de guerra, de plomo, de desolación, de ríos de sangre, muertes olvidadas y victimarios que finalmente, resultan ser los mismos.

Hablamos de paz, pero no estamos dispuestos a vivir en ella. ¿Qué clase de paz vamos a construir si quienes se supone nos defienden se atreven a cometer un acto tan impúdico en contra de un indefenso animal? El hecho cometido por parte de 4 miembros del ejército es abominable.
¿Cómo vamos a construir paz si un conductor en estado de embriaguez que atropella a una niña de 3 años que posteriormente fallece es dejado en libertad?

¿Cómo podemos hablar de paz si un Senador de la República se atreve a calificar de “extrementales” las relaciones entre homosexuales?
Colombia habla de paz, pero no educa para la paz. Hace un par de días me sorprendió ver a una madre enseñándole a su hijo de no más de 4 años a usar una pistola de balines, alentándolo a disparar contra un pájaro. 

Sucede que la paz no es solamente el silencio de los fusiles ni la consecución del fin del conflicto. La paz es también la reconciliación social, los derechos de las víctimas, el pluralismo y la participación ciudadana. La verdadera paz se construye de la mano con una sociedad democrática alejada de los odios y las manifestaciones de violencia social.
Debo concluir diciendo que desafortunadamente, Colombia no está preparada para la paz mientras estos aspectos sociales sigan latentes. Sin embargo, quiero dejar una pregunta en el aire: colombianos, ¿estamos realmente preparados para la paz?

@acastanedamunoz



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