El 4 de julio del 2026, Estados Unidos festejará por todo lo alto sus primeros 250 años de independencia.
Por Javier Mozzo Peña
El 4 de julio del 2026, Estados Unidos festejará por todo lo alto sus primeros 250 años de independencia.
Se tratará de una “gran celebración, digna de la trascendental ocasión”, en la que se honrará la corta historia de la superpotencia mundial como nación emancipada, siguiendo la orden del presidente Donald Trump, a través de una acción ejecutiva que firmó a finales de enero pasado.
Estados Unidos ha pasado más tiempo como nación independiente, que aquel lapso en el que los británicos tuvieron a su cargo las colonias en las que estaba dividido el territorio de esa parte del norte de América.
Las antiguas colonias se encontraban en la costa este de ese país. La independencia de Estados Unidos proclamada en 1776 marcó el inicio de una de las exploraciones y conquistas territoriales más memorables en la historia.
Adentrándose en planicies, llanuras y montañas, abarcó unos 5 millones de kilómetros cuadrados de la costa oriental a la costa occidental y del norte al sur. Solo la expansión rusa se compara con semejante empresa.
Años después, mediante compras de tierras, alcanzó los más de 9 millones de kilómetros cuadrados que tiene hoy.
Las naciones de Hispanoamérica acaban de completar algo más de 200 años de independencia, luego de los casi 330 años que este territorio, incluida buena parte de lo que hoy es Estados Unidos, estuvo bajo administración de la corona española.
Heredamos de España su sistema administrativo y legal, el idioma, la religión, la arquitectura y la manera de vivir entre finales del siglo XV y bien entrado el siglo XIX.
Exploradores osados, sacerdotes y estudiosos, trajeron la civilización y hubo un mestizaje con los aborígenes que habitaban estas tierras.
¿Nos dice algo comparar ambas regiones americanas?
Para muchos historiadores y académicos que no se han rendido en desentrañar los detalles que siguieron al acontecimiento que significó el descubrimiento de América, se trata de una manera de proyectar históricamente la evolución de las dos regiones.
La conquista de Norteamérica marcó un hito que no se ha detenido y no ha conocido contestación desde el siglo XIX. Sin duda no parará cuando el año entrante Trump sople las 250 velitas.
El empuje industrial estadounidense de la segunda mitad del siglo XIX fue una tarea gigantesca, que traída hasta nuestros días implica inversiones inimaginables, innovación y desarrollo pocas veces equiparable.
Tal vez se puede confrontar con la propia conquista de nuevos territorios que emprendió la corona española en el siglo XV, en su momento, las más adelantada en conquistas tecnológicas.
Hoy, Estados Unidos concentra casi la cuarta parte de la economía mundial y está presente ejerciendo poder blando y duro por casi todo el mundo.
Hispanoamérica, en cambio, no encontró más futuro que conflictos internos y guerras civiles en la búsqueda de las múltiples identidades nacionales, que estallaron luego de la dolorosa separación de España.
Muchos la señalan como una “balcanización” española, en la que países que hablan el mismo idioma, profesan la misma religión, y tienen una gastronomía similar, están hoy separados.
Las luchas, que se extienden hasta nuestros días, no han dejado sino atraso y una trampa de subdesarrollo, de la que esta parte del continente no ha encontrado la clave para abrir.
En su momento de mayor esplendor, esta zona del mundo era comparable a lo que es hoy Estados Unidos. Vio desarrollos extraordinarios en la navegación, las infraestructuras de transporte, la fundación de ciudades y universidades, como pocas veces se ha contemplado en la historia mundial.
Desarrollada bajo los estándares de la época (siglos XVII y XVIII), con un territorio de unos 8 millones de kilómetros cuadrados y millones de habitantes, los virreinatos españoles en los que se dividía administrativamente eran ejemplo para mostrar.
Es interesante voltear a ver y constatar con asombro que a Hispanoamérica le falta casi medio siglo para cumplir sus primeros 250 años de emancipación.
Quizás sea tiempo para ponerse las pilas y mostrar mejores niveles de desarrollo y que el progreso al fin empiece a atropellar a sus pobladores.
Cuando Trump esté celebrando el año entrante, tal vez ya tenga en sus manos la zona del Canal de Panamá, la isla de Groenlandia y, como hemos visto recientemente, la administración del territorio de Gaza, por solo mencionar algunas de sus pretensiones.
No es difícil entender que muchas de las mejores economías del mundo, las más prósperas y desarrolladas, tuvieron que empezar desde condiciones más precarias y con menos recursos humanos y naturales que los que tiene Hispanoamérica, donde se gestó y desarrolló la primera globalización.
Es mejor comenzar a trabajar desde ya para celebrar, como lo hará Estados Unidos, unos 250 años por todo lo alto en prosperidad y paz.
@javimozzo.