Europa se va dando cuenta de lo excluida que está, tras años de dejar su seguridad en manos de otros países y ver cómo crecen sus problemas.
Por Javier Mozzo Peña
Al tiempo que se van conociendo detalles de un acuerdo promovido por Estados Unidos para acabar con la guerra en Ucrania -mejor, invasión rusa a Ucrania- Europa se va dando cuenta de lo excluida que está, tras años de dejar su seguridad en manos de otros países y ver cómo crecen sus problemas.
De la manera cómo sepa maniobrar esta nueva coyuntura que se le presenta, dependerá el futuro de sus relaciones con Estados Unidos, la solidez de la OTAN y el reforzamiento militar de sus fronteras, para evitar ser presa de la ambición rusa.
Veamos: Para nada cayeron bien entre analistas, líderes y académicos del Viejo Continente la muy promocionada llamada telefónica que mantuvieron Donald Trump y el autócrata ruso, Vladimir Putin. Lo ven como una concesión al atrabiliario acto de invasión de febrero de 2022.
Se trata de un elemento más en la nueva política exterior de Trump -llena de aranceles, y amenazas de compras hostiles de territorios- que el muy referenciado politólogo y profesor estadounidense, Francis Fukuyama, consideró como un claro “imperialismo”, que choca con los que se siguen considerando aliados de muy larga data.
Y parece que así es. Las críticas y posterior temor de Europa acerca de las muy avanzadas tratativas con Putin están haciendo pensar a los aliados de Estados Unidos que de nada han servido casi tres años de apoyo a Ucrania, si se trata de entrar en la cabeza transaccional del mandatario norteamericano.
Ni siquiera se les tuvo en cuenta en los contactos al más alto nivel, cuando en el gobierno Biden parecían ir en un solo bloque ante el embate ruso. Bueno, Ucrania también fue ninguneada, pues su mandatario recibió la llamada de Trump solo después de que conversó con Putin.
Europa terminó siendo un espectador más de los acuerdos que se están cocinando entre Washington y Moscú, lo que no pasó desapercibido.
La máxima autoridad en política exterior europea, la joven Kaja Kallas, lo dejó bien claro: “Cualquier acuerdo a nuestras espaldas, no funcionará”.
Y eso que Europa ha enviado, si no iguales, superiores cifras en asistencia militar a Ucrania que Estados Unidos; ha puesto todo su prestigio político en el asador prometiendo que Ucrania hará parte de la OTAN y de la Unión Europea, y hasta tiró su seguridad energética por la borda al renunciar a los confiables, baratos y siempre accesibles hidrocarburos del gran oso ruso para castigar su agresión a Ucrania.
No pocos ponen en blanco y negro las audacias de Trump.
El analista español Carlos Martínez Gorrirarán escribió en su cuenta en Twitter que se trata nada más ni nada menos que de una traición al derecho internacional, a Europa y a la democracia. Para el analista, al legitimar las conquistas rusas en Ucrania, Trump abre la puerta a docenas de guerras por motivos similares, como en Taiwán y la península de Corea.
Entre los europeos no debería causar sorpresa la rapidez con la que han avanzado los acontecimientos para poner fin al conflicto.
Trump se encargó de advertir, desde muy temprano en su campaña para un segundo mandato, que tenía la capacidad de terminar la guerra en 24 horas. También, que para nada estaba considerando involucrar más a Estados Unidos a cambio de nada. En ningún momento mencionó a Europa como actor clave en sus planes.
La muy larga llamada telefónica que mantuvieron Trump y Putín no fue el comienzo de tratativas para acabar el conflicto.
Se trató de un muy osado avance en una estrategia discreta pero sostenida para terminar las hostilidades, a cambio de cosas que se irán conociendo con el paso del tiempo, las cuales les seguirán sabiendo mal a europeos y a ucranianos y que tendrán enormes repercusiones en el orden mundial.
Tan mal les sabe, que ya se comparan con la cesión que hicieron Francia y Gran Bretaña ante Hitler para que se quedara con una parte de Checoslovaquia. El tirano terminó por quedarse con todo ese país tras anexarse Austria, para luego emprender la sangrienta Segunda Guerra Mundial.
Peter Hegseth, el secretario de defensa norteamericano, esbozó en Bruselas lo que parecen ser detalles del plan ruso-estadounidense que se fraguó en el contacto telefónico:
Que la membresía de Ucrania a la OTAN no es realista y que el presidente ucraniano Volodimyr Zelensky debería abandonar su esperanza de recuperar el territorio ocupado por Rusia. Además, que debería estar listo para firmar un acuerdo de paz negociado que sea respaldado por tropas internacionales.
Una muy similar postura frente a la que ha tenido Putin.
¿Y en qué queda Europa? Solo fue mencionada por Hegseth para decirle que Estados Unidos terminaba con su papel de “adulto responsable” y que hay prioridades en la zona Indo-Pacífico.
Los gobiernos de la Unión Europea y Gran Bretaña dijeron que están dispuestos a aumentar el apoyo a Ucrania y que están comprometidos con su independencia, soberanía e integridad territorial.
También, que Europa debe ser parte de cualquier negociación, como una condición necesaria para una sólida seguridad transatlántica.
Con los enormes problemas económicos, de inmigración ilegal y de envejecimiento poblacional, Europa tiene enormes retos por atender, para que no se quede nuevamente contemplando un portazo. Y faltan noticias por llegar. @javimozzo