El Dilema de la Democracia Colombiana: Construir Mayorías Calificadas o Sucumbir al Ruido Populista
Construir Mayorías Calificadas o Sucumbir al Ruido Populista
Por: Fernando Salgado MD
Colombia se encuentra en una encrucijada histórica que exige decidir si permanecerá cautiva del populismo emocional o avanzará hacia un ciclo político caracterizado por la sensatez, el respeto institucional y un desarrollo sostenible que responda a las verdaderas necesidades del país.
En esta coyuntura, la atención política debe centrarse más allá de la contienda presidencial, del 2026, destacando con especial énfasis las elecciones al Congreso de la República. El país demanda mayorías calificadas en el congreso que garanticen no solo la gobernabilidad, sino también la reconstrucción institucional basada en personas íntegras, intelectualmente reconocidas y comprometidas con un proyecto democrático. Esta elección no se limita a escoger congresistas, sino a asegurar pactos interpartidistas capaces de resistir presiones populistas, preservar la independencia de los poderes, y fortalecer el orden constitucional y la democracia.
Un claro ejemplo de la manipulación informativa es la Ley de Encuestas (Ley 2494 de 2025), que impone una censura estadística que restringe el acceso a datos verificados, debilitando la deliberación ciudadana y favoreciendo la propaganda populista. Este escenario es propicio para que las narrativas emocionales sustituyan el análisis riguroso, generando apatía y confusión. Tal es el caso del debate sobre la salud y la seguridad, dos de los problemas más graves que enfrenta Colombia, donde se utiliza un discurso simbólico para construir poder sin soluciones reales ni sustentadas en evidencia.
La política colombiana exhibe una desconexión profunda entre sus mecanismos electorales tradicionales y la dinámica real de la opinión pública, que está dominada por el ruido mediático de propaganda y populismo especialmente en las redes sociales, fenómenos que fragmentan y polarizan aún más a la sociedad. Mientras la clase política persiste en tácticas caducas, la ciudadanía reclama una representación auténtica, con propuestas que conecten con sus necesidades y aspiraciones, y que trasciendan la simple gestión electoral para incorporar un proyecto político transformador; es decir, un cambio social estructural que cuestione y modifique las bases mismas del sistema político y social vigente.
El monopolio de la conversación política por actores radicalizados y discursos binarios, que dividen el escenario entre ‘buenos’ y ‘malos’, limita la posibilidad de un debate plural y democrático. Esta hegemonía simbólica convierte la agenda pública en un espectáculo de antagonismos, reforzando una lógica del enemigo interno y obstruyendo la emergencia de una narrativa institucional capaz de unificar posturas y gobernar con legitimidad.
El fenómeno de la indecisión electoral, con más del 60% del electorado aún sin definir su voto, manifiesta una ciudadanía crítica que rechaza los extremos y demanda un liderazgo centrado y capaz de proteger las instituciones democráticas. Este electorado representa el centro gravitacional del proceso electoral y requiere una propuesta política que combine sensatez, compromiso democrático y defensa inequívoca de la independencia de poderes. Las múltiples oleadas de populismo regional que van desde Bukele hasta Milei dibujan en Colombia un escenario en el que la emocionalidad ha desplazado la racionalidad en la construcción del poder. El reto para el liderazgo emergente consiste en superar la lógica del resentimiento y la demagogia, para construir una hegemonía renovada basada en narrativas legítimas, programas verificables y mayorías calificadas que aseguren estabilidad y gobernanza efectiva.
En este proceso, la participación del sector privado y liderazgos intelectuales resulta clave para reconfigurar el relato nacional y restablecer parámetros de sensatez pública que contrarresten el populismo y sus dinámicas dispersivas. Su influencia transversal puede ser el ancla de un proyecto de país sostenible y pragmático.
La historia demuestra que las transiciones democráticas exitosas en contextos de crisis estuvieron asociadas a mayorías parlamentarias sólidas y liderazgos íntegros con visión estratégica, capaces de desplazar la política espectáculo hacia una gestión responsable y orientada al desarrollo. Ejemplos ilustrativos son la transición española y la consolidación democrática en Chile post-Pinochet.
Por ello, la verdadera batalla electoral de 2026 no se definirá entre simples posiciones ideológicas, sino en la disputa por la narrativa hegemónica que determinará el futuro de la democracia colombiana. Se enfrentan dos modelos: uno basado en la emocionalidad, la demagogia, el populismo y la polarización perpetua; y otro sustentado en la articulación responsable del poder, la sensatez, la gobernabilidad plural, la dialéctica política y la consolidación de pactos institucionales.
La tarea ineludible es construir mayorías calificadas no sólo para ganar elecciones, sino para restablecer la confianza en el Estado y en el vigor de la democracia. Solo así será posible superar la crisis de legitimidad y abrir camino a una transformación nacional auténtica.
“La democracia no es el régimen de la mayoría, sino el régimen de la voluntad popular informada y razonada.” — Robert A. Dahl