“Ucrania se enfrenta a una decisión crucial: perder su dignidad o arriesgarse a perder a un socio clave” Volodymyr Zelensky
Por Javier Mozzo Peña
La foto que sirvió de marco para la más reciente alocución del presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky muestra una ciudad sombría por la llegada del invierno, con una plaza mojada y nieve apilada al lado de la entrada a un edificio.
El rostro del mandatario, enfundado en su traje de fatiga negro -ya característico en sus comparecencias públicas- también enfatizaba lo lúgubre de la situación que afronta, pero, sobre todo, de las consecuencias que puede traer el más aterrizado plan de paz propuesto por los estadounidenses.
“Ucrania se enfrenta a una decisión crucial: perder su dignidad o arriesgarse a perder a un socio clave”, es la conclusión a la que llegó el presidente ucraniano. Así reaccionó al programa de 28 puntos propuesto por la administración Trump, que no renuncia a ponerle fin al extenso conflicto iniciado por Rusia en el 2022, hoy estancado en los fangosos y gélidos frentes de batalla.
“O aceptar los difíciles 28 puntos o afrontar un invierno extremadamente duro -el más duro- y mayores riesgos”, exclamó el mandatario, visiblemente impactado por un programa que prácticamente le entrega parte del territorio al autócrata ruso, a cambio de una incierta protección futura.
Al menos dos eventos recientes en la historia mundial han enfrentado a líderes mundiales ante encrucijadas similares. Las negociaciones de Francia e Inglaterra en 1939 con los nazis, para darles una región conocida como los Sudetes; y la que casi afrontó Winston Churchill un año después, para que el mismo régimen no los invadiera. Ambas con desenlaces diferentes: uno malo y otro menos malo.
El plan de Trump para Ucrania, como lo reportó Reuters, establece ceder todo el territorio oriental del Donbás a Rusia, aceptar restricciones militares, reducir significativamente su ejército, retirar las fuerzas ucranianas de Donetsk que hoy controlan y crear una zona desmilitarizada, entre otras.
Además, que la OTAN no se expandirá ni estacionará tropas en Ucrania y que Rusia se reintegrará a la economía mundial con el levantamiento de sanciones que la tienen hoy al borde del precipicio económico.
Condiciones que los aliados de Ucrania califican como una capitulación. Ucrania perdería definitivamente la península de Crimea, Luhansk y Donestk, que serían reconocidas de facto como rusas por Estados Unidos.
El precedente inmediato que sentará es terrible. En adelante, cualquier país que considere vital invadir a su vecino con todo tipo de equipamiento militar lo podría hacer, bajo cualquier excusa que eluda el derecho internacional y las resoluciones de Naciones Unidas. No tendría castigo y dejaría al sistema internacional viendo cómo se arroja al cesto de la basura normas creadas precisamente para que eso no suceda.
¿Qué pasa con los dos antecedentes? En el primero, Francia y el Reino Unido obtuvieron, en 1939, la promesa de Adolfo Hitler que contendría sus ansias expansionistas -también justificadas como una recuperación de su territorio vital- si le concedían los Sudetes, una región de una cordillera de Europa Central que va de Alemania a la que por entonces era Checoslovaquia.
Tras ocupar Austria en un pretendido proceso de “reunificación”, los nazis lograron de franceses e ingleses pactar la desmembración de Checoslovaquia para hacerse a los Sudetes. Se trató de una clara posición de debilidad franco-inglesa con la que el enemigo se tomó no solo la mano sino el brazo completo, hasta ocupar buena parte de Europa continental.
Aún se recuerda al primer ministro Chamberlain, quien nada más bajarse del avión de regreso de Múnich, agitó un papel en el que sostenía que, con la firma de puño y letra de Hitler, se había logrado contener el conflicto con la concesión de los Sudetes.
Unos 60 millones de muertos después y con casi toda Europa destrozada, se comprobó que el papel era letra muerta.
En el segundo antecedente, el sucesor del engañado Chamberlain, Winston Churchill, no cedió en 1940 a las embrionarias negociaciones -mediadas por el régimen fascista de Italia- que buscaban miembros de su gobierno, también con Hitler, para evitar una invasión a Inglaterra.
Se pretendía ofrecer una parte de las colonias británicas en África y América a los nazis, a cambio de que no ocuparan un país que había logrado salvar por un pelo a todo su ejército en la playa francesa de Dunquerque y detuviera bombardeos que se producían un día sí y el siguiente también.
Churchill se mantuvo firme y, aún sin contar con el apoyo de Estado Unidos y totalmente solo, prometió defender la isla hasta ahogarse en su propia sangre si fuese necesario.
Contó con suerte, porque solo con el cambio de opinión de Hitler de privilegiar la invasión a la Unión Soviética, el primer ministro inglés logró escapar del mismo trágico destino que llevó a Checoslovaquia, Francia y Noruega, entre otras naciones, a que fueran ocupadas por los nazis.
Por donde se mire, el panorama hoy, como la foto de Zelensky, es oscuro. El problema es que su seguridad depende de una Europa débil y sin recursos y altamente soportada en un presidente Trump que busca como sea firmar el plan de 28 puntos.
El mandatario no puede darse el lujo de perder su promesa de paz -mala o buena- que le podrá asegurar un triunfo en las elecciones legislativas de medio término del 2026, vitales para blindar las mayorías con las cuales ha venido gobernando.
No ceder, no ceder es la opción que debe escoger Ucrania.
@javimozzo