Por Javier Mozzo Peña
El Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS, por sus siglas en inglés) publicó recientemente un análisis a profundidad de los impactos económicos y humanos de los conflictos en el mundo. Como era de esperarse, la sangría provocada por las guerras de carácter internacional y no internacional no se detiene y llegó a niveles bastante tristes que llaman a la reflexión.
Algunos datos clave del estudio: Entre el 1 de julio de 2024 y el 30 de junio del 2025, unas 240.000 personas murieron en eventos violentos causados por los conflictos. Ucrania y Gaza encabezaron la estadística con casi 82.300 y 21.000 decesos violentos, respectivamente.
Las muertes de civiles aumentaron un 40%, alcanzando casi 50.000 en 2024 y solo Gaza representó el 80% de las víctimas infantiles a nivel mundial y un 70% de las víctimas femeninas, según IISS.
Más de 180.000 eventos violentos se registraron a nivel mundial en el periodo antes descrito, con un aumento interanual de 27%. La guerra entre Rusia y Ucrania fue el que más víctimas concentró con un 43% de todos los eventos y un incremento de 62% desde el lapso 1 de julio de 2023 a 30 de junio de 2024.
De la misma forma, el desplazamiento forzado alcanzó un pico histórico de 122 millones de personas en abril del 2025, incluidas 73,5 millones que huyeron de sus hogares en su mismo país de residencia. Solo Sudán registró 14,3 millones de refugiados, en la que se constituye como la mayor crisis de desplazamiento actual en el mundo.
Un factor que IISS destaca en su informe es que los grupos armados no estatales (como los que tienen asolada a Colombia) cobraron mucha más relevancia como actores cuasi estatales y geopolíticos armados, ejerciendo control y gobierno sobre amplios territorios.
En junio del 2025, el Comité Internacional de la Cruz Roja registró más de 380 “grupos armados activos de interés humanitario”, con 200 millones de personas reclutadas bajo su control. Para Colombia, a las puertas de elegir un nuevo Congreso y un presidente de la República en el 2026, deja sobre la mesa serias preocupaciones.
Sin intentar comprometerse u ofrecer una opinión mucho más profunda sobre causas y consecuencias, el IISS apenas atina a decir que la situación “plantea nuevos desafíos para la seguridad internacional y los esfuerzos de consolidación de la paz”.
Es bastante desconsolador lo que refleja el Instituto. Por un lado, están los estados que, como Rusia, quieren a toda costa apoderarse de amplias zonas de Europa en su sangrienta estrategia para hacerse al control de un territorio vital en su conflicto armado internacional.
Por otro está Israel, que lucha por sobrevivir contra los grupos extremistas armados yihadistas en todas sus fronteras, los cuales quieren a toda costa su desaparición, en conflictos armados no internacionales.
Nada permite pensar que la cifra de muertos baje. Al contrario: hasta ahora, los esfuerzos por acabar las matanzas únicamente en esas dos confrontaciones, o han fracasado o penden de un hilo.
Una situación parecida a lo que sucede en Sudán o, sin ir más lejos, en Colombia. En ambas situaciones, no ha habido resultados plausibles de que al menos el desplazamiento forzado o el reclutamiento de menores de edad causado por fuerzas armadas ilegales reduzcan los sangrientos efectos.
Hay evidencias de que la comunidad internacional está bastante desgastada en sus intenciones, ya no por terminarlos, sino de aminorar el impacto humano que causan.
El 2025 cierra con tareas inacabadas para el sistema internacional. Ni la ONU, ni el Consejo de Seguridad y toda la estructura judicial montada para hacerlo, con la enorme burocracia que los acompañan, están en un camino cierto para terminar con tanto dolor.
La propia IISS no da esperanzas ciertas. En otro informe, la institución alerta que el panorama, para el caso de América Latina, se está transformando a medida que las organizaciones criminales diversifican sus ingresos para seguir alimentando los conflictos.
Más allá del narcotráfico, el Clan del Golfo en Colombia, el Tren de Aragua en Venezuela o El Cartel Jalisco Nueva Generación en México, maximizan cada día las oportunidades y ganancias con el tráfico de personas, de armamento ligero y pesado, extorsiones desde las cárceles y secuestros.
“En la base de las cadenas de suministro, las organizaciones y pandillas locales expanden violentamente su control territorial, abriendo así oportunidades para nuevas actividades ilícitas y altamente rentables”, expresa la IISS.
También forjan alianzas con delincuentes y funcionarios gubernamentales por igual. Las redes que cada día de tejen con grupos criminales extraterritoriales como la Ndranguetta italiana y traficantes albaneses y turcos, engrasan muy bien el contrabando de bienes y seres humanos por todo el mundo.
La estela de muerte y desolación solo dejará más víctimas, en un círculo vicioso que está lejos de desmantelarse. Solo la acción fuerte, decidida, bien estructurada y armada de las autoridades podrá traer algo de esperanza. Mientras tanto, la sangría continuará.
@javimozzo