
Por Javier Mozzo Peña
El reciente anuncio hecho por canales no oficiales de la administración Trump acerca de movilizar fuerzas armadas al sur del Mar Caribe, bien se puede llamar la “Pax Caribeña”. Un término prestado de la “Pax Americana” con la que se designó la supremacía mundial de Estados Unidos en el Océano Atlántico luego de la Segunda Guerra Mundial, la cual trajo una relativa paz y prosperidad para algunos países, especialmente en el periodo de la Guerra Fría.
En su momento, la “Pax Americana” consistió en organizar instituciones internacionales, en su estrategia de establecer una hegemonía que fuera estable y, sobre todo, incontestable, frente a las ambiciones de la Unión Soviética.
Hoy, nuevamente, esta parte del continente se enfrenta a que le hagan la tarea. Han sido décadas esperando a que Hispanoamérica despierte del letargo económico en el que cayó en la década de 1980. Y sigue igual.
Muy pocos avances ha alcanzado y, al contrario, ha sido fuente de economías ilegales, corrupción y malos gobiernos, que, en pleno siglo XXI, demandan una acción decidida para su combate.
Estados Unidos ya mostró sus cartas. Sin contar con un anuncio formal y definitivo en torno a lo que se propone, despachos de una agencia de prensa dieron cuenta de la decisión del Pentágono de desplegar fuerzas navales y aéreas en aguas internacionales en el sur del Caribe contra los grupos de narcotraficantes.
Estamos hablando de aguas cruciales para el comercio marítimo de casi toda Centroamérica, y del norte de Suramérica, es decir, Colombia y Venezuela.
No es de poca monta el anuncio, si asumimos que es verdad o que lo que piensa Washington va en esa dirección. La invasión de anfetaminas, narcóticos y opioides al mayor mercado del mundo tiene tan alarmadas a las autoridades estadounidenses, que estas decidieron tomar el toro por los cuernos y hacerse cargo de su combate.
Los gobiernos hispanoamericanos, especialmente Colombia, no han hecho sus deberes. Desde terminado el gobierno de Álvaro Uribe, muchas políticas se ensayaron para erradicar voluntariamente los cultivos de hoja de coca y hacer un tránsito a cultivos legales y ninguna funcionó.
La erradicación forzosa hoy está proscrita por la justicia ante la debilidad de las administraciones Santos, Duque y Petro que no contuvieron la oposición judicial, dogmática y medioambiental que llevó a que, en la práctica, no se pueda fumigar ni erradicar forzosamente.
El problema es un monstruo de mil cabezas.
Colombia es hoy es el mayor exportador mundial de cocaína con una capacidad cercana a las 2.800 toneladas al año y casi 300.000 hectáreas de cultivos. Carteles mexicanos, junto con guerrillas izquierdistas y grupos delincuenciales que operan en las ciudades, están en auge con el comercio de cocaína, con la complacencia del gobierno y el aparato judicial.
La violencia está desatada por todo el país y alcanzó otro punto álgido con el asesinato del senador más votado en el 2022 y precandidato presidencial de oposición, Miguel Uribe.
Ahora, si nos atenemos a los despachos de la agencia Reuters, en el sentido de que el Pentágono ya tomó la decisión de desplegar una fuerza de ataque en aguas internacionales del Mar Caribe, Estados Unidos manda un mensaje: “ustedes no pudieron y la tarea me la dejaron a mí. Entonces, la asistencia que les estamos dando es mejor destinarla a financiar la lucha que estoy a punto de emprender”.
Específicamente, el mensaje está dirigido a Colombia, desde donde se cosecha, procesa y deja lista la cocaína para su exportación desde la amplia costa venezolana en el Mar Caribe.
El país ha sido receptor por mucho tiempo de ayuda estadounidense para luchar contra las drogas, dineros sobre cuyo uso no se han rendido cuentas claras y que, según denuncias, se han destinado a actividades totalmente distintas al propósito de no exportar cocaína a Estados Unidos.
Es prácticamente un hecho que Trump cortará en septiembre el chorro de recursos a Colombia, para destinarlos a las labores navales requeridas en el Mar Caribe, de por sí bastante costosas.
De ahí que, precediendo la información periodística que anuncia la “Pax Caribeña”, las autoridades estadounidenses aumentaron la recompensa por el presidente venezolano, Nicolás Maduro, a la mayor en la historia del país norteamericano. El dictador es buscado por considerar que es el líder del llamado “Cartel de los Soles”, que controla el tráfico de cocaína y estupefacientes a Estados Unidos.
Paralelamente, una misión de congresistas estadounidenses visitó por varios días a las autoridades colombianas, con el mensaje claro de que Trump hará todo lo posible para evitar el ingreso de las sustancias prohibidas que se procesan en las selvas de Colombia. Por su puesto, esperan la mayor colaboración del gobierno Petro.
La “Pax Caribeña” consistirá, pues, en operaciones navales de interceptación y destrucción de los medios de transporte que se usan para la exportación de cocaína y otras sustancias.
Si a los gobiernos de izquierda de Colombia y Venezuela les incomodaba que Estados Unidos les respirara en la nuca con su poder blando de inversiones, asistencia y películas de Hollywood, pues ahora lo van a tener frente a sus costas haciendo la tarea que no pudieron o no quisieron hacer.
@javimozzo