
Por Julián Ramírez*
El mundo entero repite el estribillo de la persecución palestina, pero guarda silencio frente al drama cristiano. La fe de nuestros antepasados se ha convertido en la religión más perseguida del planeta.
Según Open Doors 2024, más de 365 millones de cristianos viven bajo persecución alta o extrema, es decir, 1 de cada 7 en el mundo. Sin embargo, mientras se realizan marchas multitudinarias en Londres, París o Berlín en defensa de Palestina, nadie llena las plazas para denunciar las matanzas de cristianos en Nigeria o Burkina Faso. Esa es la hipocresía de occidente: elegir víctimas de primera y de segunda categoría.
Las cifras hablan por sí solas: en 2023, 4.998 cristianos fueron asesinados por su fe, 4.125 fueron secuestrados y 14.766 iglesias y edificios cristianos atacados. Nigeria concentra el 80% de estas muertes: en la Navidad de 2023, más de 190 cristianos fueron masacrados en Plateau State en ataques coordinados por milicianos fulani. En enero de 2024, en Mangu, otros 30 cristianos fueron asesinados mientras se refugiaban en una iglesia. ¿Cuántas marchas masivas hubo en Bruselas o Nueva York por estas víctimas? Ninguna.
En Burkina Faso, un atentado yihadista dentro de una iglesia dejó 15 muertos en febrero de 2024. En Níger y Mali, comunidades enteras han huido bajo amenaza de exterminio. En Mozambique, provincia de Cabo Delgado, los insurgentes vinculados al Estado Islámico han decapitado cristianos, quemado decenas de aldeas y provocado más de 800.000 desplazados desde 2017. Pero la prensa internacional sigue obsesionada con Palestina, como si no existieran otros pueblos oprimidos.
En Asia, la situación no es distinta. En India, el nacionalismo elevó la violencia a niveles récord: más de 700 ataques contra cristianos documentados en 2023, frente a los 200 que se registraban hace una década. En Pakistán, la turba de Jaranwala en agosto de 2023 incendió 26 iglesias y más de 100 casas cristianas tras una acusación falsa de blasfemia.
En China, la represión es sistemática: cientos de iglesias cerradas, pastores encarcelados, miles de crucifijos arrancados. Se estima que más de 100 millones de cristianos practican su fe bajo riesgo constante. Y en Corea del Norte, entre 50.000 y 70.000 cristianos sobreviven en campos de concentración por atreverse a rezar. ¿Dónde están los grandes defensores de los derechos humanos?
Europa ofrece un espectáculo aún más insultante: reprime lo cristiano mientras se rinde ante otras religiones. En el Reino Unido, ciudadanos han sido arrestados por ‘rezar en silencio’ frente a clínicas de aborto. Pastores han sido detenidos por predicar en la calle, y profesionales sancionados en sus trabajos por llevar un crucifijo.
En contraste, las autoridades permiten que miles de musulmanes recen en plena vía pública durante protestas pro-palestinas, incluso cuando se corean consignas abiertamente antisemitas como ‘Desde el río hasta el mar…’. Se trata del doble rasero perfecto: criminalizar la fe cristiana mientras se blanquea el islamismo radical en nombre de la diversidad.
El silencio es cómplice. Ser cristiano hoy significa arriesgar la vida en Nigeria, vivir escondido en China, estar preso en Corea del Norte o ser censurado en Europa.
El pseudointelectulismo occidental, que esgrime con altanería la palabra ‘tolerancia’, se ha convertido en aliado involuntario de los verdugos de los cristianos.
Cuando se protesta selectivamente por unas víctimas mientras se ignora a otras, no se defiende la justicia: se ejerce ideología disfrazada de compasión. Y ese doble estándar no solo es hipócrita: es criminal.
*Politólogo, Internacionalista y Geo-estratega.