
Por Javier Mozzo Peña
A juzgar por los más recientes pronunciamientos de los países en torno al conflicto en Gaza, la próxima Asamblea General de la ONU en septiembre está cobrando un interés pocas veces visto.
Palestina será, nuevamente, el plato fuerte. Pero esta vez con un ingrediente adicional que no estaba en anteriores sesiones: una lucha de dos bandos, cuyo tinglado será el Consejo de Seguridad.
La cosa es así: En una esquina se encuentran quienes quieren reconocer a Palestina como estado, Gran Bretaña y Francia, y en la otra, un contrincante que considera que un paso en ese sentido obstaculiza los propósitos por detener la sangrienta confrontación en el Medio Oriente, cuyo único representante es Estados Unidos.
Admitir a Palestina lo ha hecho casi todo el mundo. El paso lo han dado 148 naciones, por lo que se considera un acto simbólico. Tampoco genera mayores responsabilidades más allá que aquella de nombrar a un representante diplomático, ad honorem en muchos casos, sin funciones operacionales claras y teniendo que despachar desde un territorio que controla Israel.
Lo diferente y atractivo es la expectativa de que Francia y Gran Bretaña no se queden en un respaldo tan simbólico como lo han anunciado. Es decir, que eleven su apuesta hasta el punto de proponer ante el Consejo de Seguridad llevar a Palestina como estado de pleno derecho ante la Asamblea General de la ONU, desde su actual carácter de observador no miembro.
Ahí se enfrentaría con el veto de Estados Unidos. La posición de China y Rusia, los miembros permanentes restantes, es un misterio.
Como lo expresó la prestigiosa revista The Economist reconocer a Palestina como estado “es un intento de visibilizar el sufrimiento de los palestinos, detener los combates, y salvar la idea de dos países para dos pueblos”.
Aunque la revista comparte plenamente esos objetivos de Emmanuel Macron y de Keith Starmer, duda mucho que el reconocimiento lleve a cumplirlos y, al contrario, bajo los términos en que lo han planteado, los pueden obstaculizar.
Quienes han reconocido a Palestina como estado saben perfectamente que, en este momento, no tiene manera de proclamarse en uno. O sea, no cumple con los términos estipulados en la Convención de Montevideo de 1933, tal como se lo hicieron saber en una carta, 40 prominentes miembros de la Cámara de los Lores enviada a Starmer.
“Usted ha dicho que un enfoque de ‘selección y mezcla’ del derecho internacional conducirá a su desintegración, y que los criterios establecidos en el derecho internacional no deben manipularse por razones de conveniencia política. Por consiguiente, esperamos que demuestre este compromiso explicando al público y al gobierno que el reconocimiento de Palestina sería contrario a los principios que rigen el reconocimiento de Estados en el derecho internacional. Esperamos su respuesta”, expresaron.
El tratado de 1933 estableció cuatro criterios para la condición de estado en el derecho internacional: Debe poseer población permanente, un territorio claramente definido, un gobierno y la capacidad de entablar relaciones con otros estados.
La carta de los 40 a Starmer agregó que no hay certeza sobre las fronteras de un propuesto estado palestino y es difícil reconocer a su población como refugiada en Cisjordania y Gaza pues al admitirlo como estado, significaría que estaban en su propio territorio.
De todos modos, considerarse como estado ha sido algo rechazado por las autoridades palestinas y árabes en varias ocasiones, pues reclaman todo el territorio que actualmente ocupa Israel, algo que no es posible.
Cuando fue aprobado el plan de partición del territorio a finales de la década de 1940, los representantes árabes lo deploraron y prefirieron irse a la guerra para expulsar a Israel, poco después que se autoproclamó como estado y recibió la membresía de la ONU. La guerra la perdieron los estados árabes, con lo que la nación hebrea se afianzó mucho más en la tierra que hoy ocupa.
Hasta ahora, lo que han provocado Francia y Gran Bretaña es truncar embrionarias negociaciones para llegar a algo parecido a una solución inmediata e intentar sentar las bases de una solución futura.
Estados Unidos y otras naciones habían facilitado en los últimos meses ser intermediarios para llegar a un desenlace, que desde el punto de vista de Israel debe pasar por la liberación sin condiciones de todos los rehenes que Hamas mantiene secuestrados, su total desmantelamiento y su salida del territorio de Gaza.
Lo que han ocasionado Francia y Gran Bretaña es que quien gobierna actualmente Gaza, la milicia de Hamas, se sienta más fortalecida. Tan es así que rompió todo contacto y dejó plantadas a las naciones facilitadoras una vez conoció el reconocimiento que harán las dos potencias.
Ante esa ruptura, Israel extremó su posición. Anunció un plazo de 48 horas para anexarse un corredor perimetral de Gaza si no se atienden sus demandas, amparado por una moción del parlamento israelí que aprobó la adhesión total de ese pequeño territorio. Con ello, lo poco que tenía la Autoridad Palestina para proclamar un estado, quedaría en nada.
Entonces, el paso de Francia y Gran Bretaña parece que trae más dificultades. Ambas quieren asumir una posición de liderazgo internacional, pero se estrellan con realidades crudas que alejan más una solución definitiva de conflictos como el de Medio Oriente.
@javimozzo