Bogotá, en donde se queman los alcaldes que quieren ser presidentes

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Los saludo desde Bogotá, la ciudad que los políticos aspiran a gobernar pensando en utilizarla como plataforma para llegar a la Presidencia de la República y terminan en el pabellón de quemados. 

Juan Martín Caicedo, Antanas Mockus, Samuel Moreno, Lucho Garzón y Gustavo Petro lo han intentado. Todos han fracasado. Sólo uno lo ha logrado. Andrés Pastrana. Jaime Castro lo pensó, pero no lo intentó. Según las últimas encuestas, Claudia López no será la excepción. 

Según la última encuesta de “Bogotá, cómo vamos” solo el 19% califica como buena su gestión. Apenas el 8 por ciento de los encuestados considera que la capital va por buen camino. El 61 por ciento calificó de mala la gestión de Claudia López y un 20 por ciento dijo que era “ni buena ni mala”.

El 19 por ciento de los consultados tiene una imagen favorable de la mandataria. Su imagen desfavorable es del 62 por ciento. A un 18 por ciento no le importa. ‘Bogotá, cómo vamos’, es una iniciativa de la Cámara de Comercio, la Fundación Corona, El Tiempo y la Universidad Javeriana.

¿En qué han fallado?

En no entender que una cosa es hacer campaña política y otra gobernar. Que Bogotá es la ciudad en donde el voto de opinión es más fuerte que en ninguna otra parte del país y por lo tanto volátil. Muy volátil. 

Un dato, cuando Luis Galán era el consentido de todos y fundó el Nuevo Liberalismo ese partido llegó a tener 11 de 20 concejales. En la siguiente elección apenas sacó 5. ¿Por qué? Porque la gente lo percibió más interesado en la Presidencia que en la ciudad y lo castigó. Y era Galán en su mejor momento. 

Quienes han gobernado al Distrito Capital olvidan que aquí la gente no traga entero y que le basta salir a las calles y encontrarlas llenas de huecos, basura y ladrones para darse cuenta si el alcalde de turno está haciendo la tarea. Y cuando siente que no la está haciendo se hace escuchar. No precisamente al estilo de la banda de la Primera Línea sino a través de los medios de comunicación y las encuestas. 

Y aquí aparece otro factor que ignoran los alcaldes y sus secretarios de prensa. En Bogotá están los grandes medios de comunicación y sus grandes audiencias. Eso hace que tengan periodistas, programas y secciones especializadas en el cubrimiento de lo que pasa en la ciudad. Audiencia a la que no pueden mentir, ni engañar porque lo que pasa en la calle es muy difícil de ocultar o disfrazar.

Juan Martín Caicedo, por ejemplo, apenas llegó a la Alcaldía se sintió presidente y empezó a maltratar a los periodistas que cubrían las actividades de la Alcaldía. Llegaba tarde a las ruedas de prensa, no respondía todas las preguntas, llamaba a directores y editores para quejarse por una pregunta o un titular. 

Es decir, cazó una pelea que, como le suele suceder a los políticos que incurren en ese error, terminó perdiendo. Recordemos que Juan Martín terminó en la cárcel y no pudo concluir su mandato. La prepotencia le salió cara.

 A Samuel Moreno ya sabemos como le fue. Él y su hermano Iván que en el Congreso trataban de pícaro a todo el mundo y amenazaban con la cárcel a quien no les diera gusto en sus caprichos de nietos de expresidente, terminaron condenados como los ladrones más grandes en la historia de la ciudad. Se les fue la mano en la “recaudación de fondos” para sus campañas a la Presidencia.

Antanas Mockus también cedió a la tentación. Renunció en su primer periodo atraído por los cantos de sirena de encuestas y seguidores que lo daban por seguro ganador de la Presidencia gracias al impacto de su “cultura ciudadana”. Pero los electores no le perdonaron haber abandonado la tarea en la mitad del camino. Después pidió perdón y le dimos una segunda oportunidad, pero de ahí no pasó.

Lucho Garzón iba bien. Muy bien. Hizo la tarea. Contra todo pronóstico no les entregó la ciudad a los comunistas, solucionó problemas y desactivó una bomba social. Pero, metió la pata.

A Lucho le encantaban la rumba y el trago y una noche pasado de copas en Bucaramanga fue pillado por una cámara del Canal Caracol que lo mostró al país, como dice la canción de las hermanitas “borracho y tirado en un andén. Sorprendido la emprendió a puntada groserías contra el camarógrafo y la periodista Darcy Queen.

Lucho, como Mockus tuvo la gallardía de pedir perdón. Y se lo dimos. Pero no olvidamos. Hasta ahí llegó la aspiración presidencial de Lucho Garzón.

¿Y Gustavo Petro? Pues su paso por la Alcaldía le sirvió para demostrar que es un gran parlamentario, buen orador y relativamente un buen candidato, pero pésimo gobernante.

De Enrique Peñalosa en cambio, la gente tiene la imagen de que es muy bueno gobernando, pero muy mal candidato.

Claudia López

Claudia es la primera mujer en llegar a la Alcaldía de Bogotá por elección popular. Antes hubo dos mujeres Sonia Durán de Infante y Clara López Obregón curiosamente las dos llegaron al puesto a terminar los periodos de sus jefes que fueron a parar a la cárcel. A las dos les fue bien. Sonia nunca aspiró a la Presidencia. A Clarita nadie la tomó en serio.

Así que Claudia es la tercera mujer que gobierna en la ciudad. Y, admitiendo que le tocó como al presidente Iván Duque jugar con una pandemia que nadie esperaba, la verdad es que ha cometido varios de los errores que he señalado en sus antecesores.

El primero y en mi opinión el más grave, pelear con todo el mundo. Claudia, como Juan Martín, se sintió presidenta desde el primer día y empezó a mandar como si lo fuera. A meterse en asuntos que no son de la cuerda de un alcalde. A ejercer como la Jefe de la Oposición al gobierno nacional. 

Claudia ha peleado con todo el mundo. El gobierno nacional, la policía, el congreso y los medios de comunicación. Anda por ahí gritando y vaciando a todo el que se le atraviese y asumiendo posturas que van más con el estilo de una candidata presidencial que con el talante de una gobernante.

Y la gente lo sabe. Por eso la califica tan mal. A Duque lo muelen porque tiene el 19% de imagen positiva tres años después de iniciado su mandato. Pues Claudia lo acaba de empatar en apenas año y medio. Su imagen desfavorable es del 62 %.

Cifras terribles para alguien que aspira a llegar a la Presidencia. Pero está a tiempo de corregir el rumbo. Y no es tan complicado. Basta con que se dedique a gobernar a Bogotá.

Ya tendrá tiempo para ejercer como jefe de partido en la oposición, presidenta y ministra Ad Hoc y fajadora de grandes y pequeñas peleas. No es más.

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