El gran debate

caos
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Por: Carlos Gustavo Cano

Nadie duda que la campaña presidencial que apenas comienza, arranca marcada por un profundo escepticismo sobre la sinceridad de los políticos frente al compromiso de velar por los intereses generales de la Nación en contraposición a los particulares o grupales; por el consecuente desprestigio del congreso; y por el temor acerca del futuro del régimen democrático y las libertades.

Recuperar la confianza perdida en estas instituciones – siguiendo con las de la justicia, los órganos de control, y la misma rama del poder ejecutivo especialmente en las regiones -, no será tarea fácil. Para ello se requerirá conquistar el favor popular de las mayorías, que hoy se concentran en quienes no creen, se hallan hastiados de las promesas no cumplidas, más aquellos que carecen de la intención de voto.

Para vencer su indiferencia e incredulidad, se necesitará un monumental esfuerzo en la construcción de un genuino liderazgo en pos de la verdad. No hay prueba de fuego inicial más formidable en esta materia, que la verdad fiscal en todas sus dimensiones.

Se trata, ni más ni menos, de las finanzas públicas, la columna vertebral del funcionamiento de cualquier estado moderno. Particularmente en este país, donde durante varias décadas los anhelos sobre reformas en verdad estructurales – o sea aquellas que al menos alcancen una vigencia de dos períodos presidenciales -, han terminado atrapados en los cuentos del pastorcito mentiroso, mientras que las crecientes demandas sociales de la población distan cada vez más de la posibilidad real de satisfacerlas.

Para nadie es un secreto que el próximo gobierno tendrá que enfrentar, sí o sí, como el primero, más apremiante e inaplazable reto, la sostenibilidad de las finanzas públicas. En el ámbito macroeconómico, su crónica fragilidad se ha constituido en su hueco negro, frente a un endeudamiento público que en menos de una década ha doblado su participación dentro del PIB. Lo que nos condujo a la pérdida del grado de inversión. Es claro que los estragos de la pandemia agravaron en no poca medida la situación. Pero también lo es que aún mucho antes de marzo del 2020, cuando ésta apreció, y del inicio del actual gobierno, el deterioro de las mismas ya era ostensible.

Así las cosas, bien harían los medios de comunicación – televisión, radio, prensa escrita, redes sociales, las universidades, los gremios, los centros de investigación, en convocar a los candidatos a exponer su visión y sus propuestas de reforma fiscal que ineluctablemente el ejecutivo tendrá que someter a la consideración del legislativo, muy seguramente antes de que finalice el año 2022.

Siempre que se realice con un sentido fundamentalmente pedagógico y académico, y en los términos más sencillos al alcance de la totalidad de la población, tal ejercicio sería una sin igual contribución a la opinión pública en el más amplio sentido, y por supuesto al buen funcionamiento del proceso electoral.

Del gran debate fiscal se desprenderían todas las demás discusiones sobre el resto de órbitas de las políticas públicas, que deberían ventilarse dentro del marco del primero, a fin de comprobar su viabilidad, lo cual constituiría la prueba de consistencia más exigente y confiable sobre los programas que formulen los distintos aspirantes a la jefatura del Estado.

Algunos temas obvios a tratar:

– Colombia es uno de los países del mundo y la región con una de las tasas de tributación con relación al PIB más bajas. Al mismo tiempo, su base tributaria (o sea el número de contribuyentes dentro del universo de personas jurídicas y naturales), es raquítica, en tanto que las tarifas establecidas para unas y otras se hallan muy por encima de las de sus pares. ¿Cómo corregir tan anómala situación?

– ¿Qué tipo de regla fiscal sería el óptimo de cara a su función esencial, cual es garantizar el carácter contra-cíclico del manejo de las finanzas públicas tanto en lo impositivo como en el gasto?

– ¿Sería una buena idea, defendida por quien va adelante en las encuestas, que el banco central emita dinero a fin de otorgarle créditos directos, subsidiados o sin intereses, al gobierno, con la mira de eludir las presiones tributarias sobre la población y, a su vez, permitirle el cierre de las brechas sociales?

Para la muestra, estos tres botones.


*Ex codirector del Banco de la República y ex ministro de Agricultura Bogotá, octubre 2021

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