
Por Javier Mozzo Peña
El presidente de Francia, Emmanuel Macron sacudió a la opinión pública al anunciar que reconocerá el Estado de Palestina en una “solemne” ceremonia en la próxima reunión de Naciones Unidas en septiembre.
Macron da el polémico paso, no solo tras ver colmada su paciencia por la devastación humana y física de Gaza, sino confiado en que se cumplirán dos promesas que le extendió el líder de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, según el diario Le Monde: desmilitarizar Hamas y renovar el gobierno de la Autoridad Palestina.
Sin duda, una arriesgada apuesta, dada la avanzada edad, la precaria salud de Abbas y, sobre todo, la casi nula autoridad que ejerce al frente del destino de los palestinos. Por años, ha sido inepto para convocar elecciones que traigan un cambio de mandato, hoy a cargo de milicias como Hamas, la Yihad Islámica y Hezbulá.
Lo que en apariencia es un acto simbólico, dado que Palestina no es un Estado y que 148 países del mundo ya lo han reconocido, la decisión de Francia, además de tardía, podría sembrar consecuencias de hondo calado en un futuro cercano. Que sean malas o buenas, depende del punto de vista de quien las mire.
Una de ellas, que otras naciones con igual o más peso en el escenario internacional, sigan el mismo camino, produciendo quebraderos de cabeza para países como Estados Unidos que, en represalia, podría romper definitivamente con Europa.
La mayor potencia mundial ha estado absolutamente jugada con Israel, al luchar contra la proliferación de milicias que buscan la destrucción del estado hebreo y del propio Estados Unidos. Que Palestina se convierta en estado permitiría a quienes rigen hoy el destino de sus habitantes, desde la visión israelí y estadounidense, afianzar ese propósito.
La decisión de Francia también provocaría que los países reevalúen sus estrategias diplomáticas en la comunidad internacional respecto a la condición de Palestina como Estado. No solo se abrirían más escenarios de diálogo con las monarquías árabes, sino la posible pacificación de territorios musulmanes hoy impregnados de violencia.
De la misma forma, se actuaría mejor frente a los clamores de otras etnias que buscan abrirse paso en la escena internacional como los drusos en Siria, los uigures en China y los kurdos en Turquía e Iraq. Sus miembros también buscan territorio y gobierno, pero sus demandas, en medio de sangrientas pugnas, solo han recibido indiferencia.
El peso se Francia no se puede desconocer. El reconocimiento de Palestina por parte de otras naciones, incluso europeas e hispanoamericanas, ha pasado casi desapercibido en los últimos años.
Pero no es así con Francia. No solo lidera la Unión Europea junto con Alemania, sino que es el primer país del grupo de las siete potencias industriales que reconoce a Palestina y ocupa un escaño permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Una derivada es la posición en la que queda Gran Bretaña. También miembro permanente del Consejo de Seguridad y del G7, se sentiría impulsada para unirse a Francia y reconocer a Palestina en la próxima asamblea general de la ONU en septiembre o tal vez después.
Pero le traería problemas en su alianza con Estados Unidos, que se ha opuesto hasta que no haya un compromiso firme de que Palestina reconocerá y garantizará la convivencia pacífica con Israel.
No obstante, Francia y Gran Bretaña, los dos con poder de veto en el Consejo de Seguridad, podrían empujar a que Palestina se convierta en miembro de pleno derecho de la ONU, desde su actual carácter de observador. Recordemos que es el Consejo de Seguridad el que tiene la facultad para llevarlo a la Asamblea General, pero los vetos al interior del organismo no lo han permitido.
Lo claro es que el momento en que Francia tomó la decisión de reconocer a Palestina no es el más apropiado. Mucho más si se tiene en cuenta que lo formalizará en septiembre, casi dos años después de los ataques de la milicia terrorista de Hamas, ejecutados desde Gaza contra habitantes del sur de Israel y no suficientemente rechazados, condenados y castigados por el gobierno francés.
Israel no quiere saber más de una solución de dos estados. Tampoco si hay espacio para Palestina. Quiere la ocupación total de Gaza y Cisjordania y la aniquilación de sus milicias.
“Esa medida (la de Macron) premia el terrorismo y corre el riesgo de crear otro representante iraní, tal como ocurrió en Gaza”, afirmó el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. “Un Estado palestino en estas condiciones sería una plataforma de lanzamiento para aniquilar a Israel, no para vivir en paz junto a él. Seamos claros: los palestinos no buscan un Estado junto a Israel. Buscan un Estado en lugar de Israel”.
Por encima de todo ¿por qué Palestina no es un Estado? Para que se pueda reconocer como tal necesita territorio, población y gobierno que controle efectivamente el suelo donde se asienta y que pueda decidir de forma exclusiva y soberana. No es claro que existan hoy esos tres elementos.
La Autoridad Palestina no gobierna un territorio en el que decida de forma efectiva y soberana sin contar con Israel. En el caso de Gaza, está gobernada por Hamás y totalmente ocupada por Israel, por tanto, no está bajo control de Abbas. Cisjordania está en su mayor parte tomada por asentamientos judíos militarizados, a los que casi ningún palestino puede acceder.
Entonces, Palestina, hoy, es a todas luces inexistente.
@javimozzo