Por: Javier Mozzo Peña
“¿Sabe uno qué hace sentado ahí en el escritorio presidencial?”, le preguntó el presidente Andrés Pastrana a su entonces director de Planeación Nacional, Juan Carlos Echeverry. E inmediatamente se respondió: “Gobernabilidad, gobernabilidad y gobernabilidad”, expresó el mandatario conservador, según nos contó Echeverry a los Periodistas Sin Filtro esta semana.
Aplicado a la administración del presidente Gustavo Petro, la anécdota apunta, anotó Echeverry, a que la gobernabilidad no se logra solo con un apoyo mayoritario en el Congreso a reformas sin ton ni son. Se extiende también a la justicia, la infraestructura y al gasto público.
Echeverry cree que el presidente Petro podría enderezar el mal camino que lleva, arreglando y aplicando una gobernabilidad integral, en un ejercicio coherente de colaboración armónica.
La percepción de desgobierno, con políticas que se anuncian por redes sociales sin una aparente estrategia, hacen lucir una administración a la deriva, sin gobernabilidad. “¡Coja esas cuatro gobernabilidades y arréglelas!”, le aconsejó Echeverry a Petro.
La más importante, la política, podría hacer destrabar una agenda de reformas en el Congreso que no avanza, a casi año y medio del gobierno de izquierda.
El tortuoso trámite ha enviado mensajes contradictorios a inversionistas y a los mercados e impide avanzar en los demás frentes. Reformas sencillas, consensuadas en el Congreso, de acuerdo con Echeverry, pueden ser un gran primer paso para salir del estancamiento.
Meter gobernabilidad y arreglar lo que verdaderamente está mal es un buen comienzo, consideró el también ex ministro de Estado.
Viniendo de alguien como Echeverry, lidiado en duras batallas en el Congreso, el consejo bien puede ser recogido por un presidente que luce sin rumbo. “Al menos tendría a un país que le copia (que lo apoya) y para que se vea que usted está liderando”, aconsejó Echeverry.
La ciencia política es rica en estudios sobre la gobernabilidad. En el 2000, el profesor Vicente Torrijos publicó un interesante artículo para la revista Desafíos, de la Universidad del Rosario.
Citando a Rod Hague, Martin Harrop y Shaun Breslin, Torrijos resaltó un concepto de gobernabilidad: es la tarea de manejar sociedades complejas, contemplando la coordinación de algunos organismos propios del sector público y privado.
En la palabra “complejo” está la médula del asunto: tratar problemas difíciles de carácter social, económico y político. Otra definición, de Giancarla De Quiroga, la relaciona con un conjunto de condiciones para gobernar de manera consensuada, concertada y armónica.
La gobernabilidad, dice Torrijos mencionando a Waldo Ansaldi, necesita cohesión y perdurabilidad. Cohesión se asimila a una sociedad unida por el nivel de legitimidad del Estado, visto como un elemento para materializar y no alejar el logro de los intereses de los ciudadanos.
También, a una identidad colectiva, de la que surjan sociedades pluralistas y en la que se resuelvan conflictos normativos de manera aceptable y constructiva.
Perdurabilidad tiene otra acepción distinta a la de atornillarse en el poder. Se trata de que el Gobierno tenga la capacidad de ser obedecido sin violentar las reglas de juego de la democracia y que dichas reglas no sean amenazadas por parte de algún actor social o político.
En el 2000, Torrijos veía a Colombia como uno de los países anclados a profundas tensiones sociales, ante la ausencia de condiciones de gobernabilidad. Hoy, luce también estar inmerso en una gobernabilidad reacia, renuente e inalcanzable.
Ante la ausencia de lo que Echeverry plantea en torno a las cuatro gobernabilidades o el buen manejo de ellas a cargo del actual gobierno, pareciera que Colombia está anclada en una especie de punto muerto.
En ese contexto, entonces, a los ciudadanos y a las organizaciones parece que no les queda otro camino que seguir presionando para impedir que sea eso lo que perdure.