
La Marcha del Silencio: Un Llamado a la Unidad y la Paz en Colombia
En un contexto político marcado por la polarización y la violencia, la marcha de millones de colombianos el día de ayer, se erige como un poderoso hecho político que trasciende su naturaleza como manifestación de solidaridad con el senador Miguel Uribe Turbay y su familia víctima de un injustificable atentado.
Este evento no solo representa un rechazo contundente a la violencia y el terrorismo, sino que también pone de manifiesto el clamor de la sociedad colombiana por el respeto a la vida, la democracia y la independencia de poderes y claramente la exigencia de una transición democrática y pacífica hacia el año 2026, se reafirma en este contexto.
La marcha, como un fenómeno social y político, tiene implicaciones significativas en la dinámica del país. Se entiende como un hecho político en el sentido que su repercusión puede influir en la toma de decisiones y la configuración de políticas públicas.
Este tipo de movilización tiene el potencial de transformar la manera en que se ejerce el poder, impactando no solo a los actores políticos, sino también a la sociedad en su conjunto. Es importante señalar que los hechos políticos, aunque puedan suscitar controversia, son reflejo de la pluralidad de opiniones y valores presentes en la sociedad.
Sin embargo, la marcha de ayer destaca por el respaldo abrumador del pueblo colombiano que rechaza el populismo, la propaganda y la violencia. Esta manifestación ha evidenciado que la idea de un respaldo popular monolítico se ha desmoronado; el pueblo colombiano ha demostrado su soberanía y su deseo de construir un futuro en paz.
La Marcha del Silencio no solo fue un grito de descontento, sino una reafirmación de los valores democráticos y un llamado a la unidad. En la línea del pensamiento de Rousseau, se recuerda que la tiranía es uno de los mayores males que pueden asolar a la humanidad, y que la verdadera fortaleza reside en la unidad y la paz.
En este sentido, el mensaje de la Conferencia Episcopal, encabezada por el Cardenal Luis José Rueda, no solo representa una guía esencial para seguir avanzando juntos, defendiendo nuestra democracia y alimentando la esperanza de un futuro mejor, sino que es un llamado a la civilidad, ese valor relacionado con la forma en cómo interactúan las personas, cómo conviven y cómo se deben tratar unas a otras y que tiene que ver con la cortesía, el comportamiento respetuoso hacia los demás, y el cumplimiento de las normas establecidas por la sociedad, para favorecer la convivencia y la participación de todas las personas, mostrando consideración por las normas sociales y el bienestar de la comunidad.
A lo largo de la historia, el concepto de civilidad ha ayudado para hacer referencia, para comprender, para delimitar y, por lo tanto, para moldear los pensamientos acerca de la convivencia humana e incluso para moldearla.
Por lo tanto, es crucial que Colombia, hoy más que nunca, mantenga su unidad. La marcha de ayer es un paso significativo hacia la desescalada del conflicto y la búsqueda de acuerdos y consensos que garanticen la paz, blindando nuestra democracia y preservando la integridad de las instituciones. La senda hacia un futuro más justo, equitativo y pacífico está marcada por la voluntad de su pueblo, y es momento de que cada voz se sume en esta construcción colectiva.