¿Adicto a las aplicaciones?

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Por: Ricardo Galán.—

La pregunta se me vino a la cabeza cuando al revisar la factura de mi tarjeta de crédito encontré que la mayoría de mis compras corresponden a aplicaciones para mi iPhone, iPad o Mac.

Y cuando, al comparar esos gastos con las Apps que realmente uso en mi día a día caí en cuenta que muy pocas son aquellas por las que pagué. Algunas bastante costosas por cierto.

La mayoría de las aplicaciones que más utilizo venían de serie con mis dispositivos o son gratuitas. Las de correo electrónico, contactos, calendario, Twitter o música, por ejemplo.

Ni hablar de aquellas que compré “repetidas”. Es decir, que tengo 2, 3, 4 o 5 que hacen lo mismo. ¡Y no uso ninguna!

La segunda pregunta fue ¿se justifica gastar tanta plata, en dólares para colmo de males, en aplicaciones que no uso?  Creo que la respuesta es no.

Así las cosas me dispongo a aplicar una estrategia para reducir mis gastos en ese tipo de software. Para combatir mi adicción.

La estrategia tiene tres pasos:

  1. Darle una oportunidad primero a las aplicaciones nativas de los computadores, tabletas o teléfonos que compre para mi uso y de aquellos que reciba en periodo de prueba para escribir artículos en eldiariodebogota.com, o para publicar tutoriales en mi podcast, o en mis canales de Facebook y YouTube. Si algún desarrollador quiere que comente su aplicación en versión Pro (de pago), con mucho gusto, pero me la va a tener que suministrar gratis.
  2. En caso de que las nativas no funcionen o no satisfagan mis necesidades, probar las versiones gratuitas o de prueba que ofrecen sus desarrolladores antes de incluir las versiones pagas en mi carrito de compras. Y
  3. Comprar sólo aquellas que de verdad vaya a utilizar y nos las que me recomienden mis amigos en el voz a voz, en redes sociales, podcast o blogs de tecnología a los que sigo como hasta ahora.

Para tener en cuenta:

  1. Entender que no siempre lo que le funcione a otros me puede funcionar a mi a pesar de que tengamos los mismos dispositivos. Las necesidades de cada persona son diferentes. Factores como la forma, el sitio o sistema operativo en que uno trabaja pueden marcar pequeñas y grandes diferencias.
  2. El volumen de nuestras tareas o los procesos internos que desarrollamos pueden hacer que necesitemos una u otra solución. Probar primero, comprar después es la regla de oro.
  3. Aceptar que no todo lo gratuito es malo o incompleto. No todo lo bonito es eficiente. Ni todo lo pago es mejor.
  4. No siempre los productos de marca son nuestra solución. Con frecuencia podemos hacer lo mismo, más fácil y más eficientemente con aplicaciones de código abierto que al principio nos parecen básicas o rústicas y resulta que no necesitamos nada mas. 
  5. En el caso de Apple casi todas las Apps que traen de serie sus dispositivos están diseñadas para colmar nuestras necesidades. Algo parecido ocurre con Samsung, Huawei. HTC y Lenovo marcas cuyos productos he utilizado o probado en los últimos tiempos.

Para probar mi teoría he venido suprimiendo de mis dispositivos Apps que había instalado y ya ni recuerdo para que eran o que, al abrirlas, he descubierto que para la misma función uso otra de manera intuitiva. Sólo volver a instalar aquellas que realmente me hagan falta.

El primer resultado ha sido la liberación de espacio en la memoria de mis dispositivos, con el efecto inmediato de un aumento en la velocidad y una mayor facilidad para encontrar aquellas Apps que en realidad uso. Espero que el segundo sea bajar la cuota de mi tarjeta de crédito.

Es posible que ustedes estén pensando: Galán, eso es lo que hacemos todos. Pues si. Seguro casi todos lo hacen. Este acto de contrición y propósito de enmienda es sólo para aquellos que, como yo, son adictos a las aplicaciones y aún no se han dado cuenta.

A todas estas, ¿ya revisó su celular?

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