Por Javier Mozzo Peña
Los vehículos aéreos no tripulados (drones) se han vuelto una parte imprescindible de la guerra moderna. Ya no son lanzados únicamente para vigilar movimiento de tropas o reconocer posiciones del enemigo. Esas fueron sus primeras tareas en Israel en el siglo pasado, en sus guerras de supervivencia contra las naciones árabes vecinas.
Hoy cargan explosivos de bajo, medio y alto impacto y son responsables de buena parte de los muertos y heridos en la guerra que se libra en conflictos como Ucrania, Israel y Colombia. Rusia ha visto perder buena parte de su flota de poderosos aviones militares por la arremetida de estos aparatos.
Pero no se ha quedado quieta.
Es apoyada firmemente por Irán para fabricarlos, en instalaciones ocultas cerca a los montes Urales. Su destino es la operación especial ucraniana, que en febrero cumplirá cuatro años.
Ucrania también se ha movido. Hoy, es un importante fabricante de drones de todo tipo, con el apoyo de sus aliados europeos, para que alcancen objetivos bien adentro de Rusia, como refinerías y plantas de producción de componentes de tanques y misiles.
Por eso, una de las cosas que más llamó la atención esta semana de la incursión de drones rusos en el espacio aéreo europeo era que no estaban cargados con explosivos. Al menos eso es lo que se sabe de acuerdo con informes preliminares.
Lo que se vio en imágenes de poblados adentro de Polonia, uno de los países atacados, eran aparatos vacíos, aparentemente inofensivos, que solo volaron y cayeron allí.
O no tanto: en ellos estaba metida una estrategia rusa que ya probó en Ucrania y que fue crucial para programar y alistar la ilegal ocupación que finalmente ejecutó en febrero del 2022.
Los aparatos fueron lanzados para determinar la reacción a incursiones aéreas de Polonia -el país europeo que más ha aumentado el gasto militar- de sus socios en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y, sobre todo, de Estados Unidos.
Los drones rusos fueron detectados y derribados. La acción no solo obligó a Polonia y a los demás países a cerrar sus espacios aéreos por horas. Polonia clausuró su frontera con Bielorrusia casi permanentemente.
En la operación para defender el espacio aéreo de la OTAN participaron aviones de Italia, Alemania y Países Bajos. En la mente de todos estaba el esperado ataque ruso contra la alianza.
Rusia vigiló perfectamente esos movimientos, los analizó y, sin duda, los pondrá en marcha para lo que el alto mando militar de la OTAN cree que será su futura invasión a uno sus miembros.
Nada satisface más a los estrategas militares que enterarse con mucha anticipación de la manera cómo reacciona el enemigo, cuántos recursos usa, cuánto tarda en responder y si es efectivo en enfrentar las amenazas.
Ninguno de los aviones de la alianza atlántica que atendió la crisis, aparentemente, era de Estados Unidos, pese a que cuenta con inmensas bases militares y pie de fuerza desplegados por todo el Viejo Continente.
¿Por qué no acudió el mayor socio de la OTAN y principal protector de Europa? Es un misterio. Pero aún retumba la amenaza de Trump en su primera presidencia de dejar expuesta Europa a un ataque ruso si no aumentaba su gasto militar.
Polonia invocó el artículo 4 del tratado de la OTAN, que permite a los miembros plantear sus preocupaciones en materia de seguridad ante el Consejo del Atlántico Norte para su debate. Ese paso podría dar lugar a algún tipo de decisión o acción conjunta por parte de la alianza, aunque no exige ninguna respuesta.
La carta en la que Polonia convocó a una reunión urgente del Consejo de Seguridad para tratar el tema calificó la acción rusa como el peor incidente desde la invasión de Ucrania “y una escalada que acerca a toda Europa al conflicto, más que nunca”.
Polonia no cree en cuentos. Semanas antes de la operación especial en Ucrania del 2022, decenas de drones rusos también fueron lanzados para detectar cómo se posicionaban los activos militares ucranianos y así identificar flancos débiles.
Perder unos cuantos drones en Polonia, Rumania, Estonia y Moldavia no le preocupa a Rusia. Lo más valioso es que recabó información acerca de cómo se posiciona la OTAN. También obligó al desplazamiento de un gran pie de fuerza polaco en la frontera con Bielorrusia.
Otro ingrediente que añade más chispa al problema son los ensayos militares programados que habrían comenzado entre Bielorrusia y Rusia, muy cerca a la frontera polaca. Está agendado que los “juegos de guerra” de ambos socios comiencen el 12 de septiembre y terminen el martes. Algo similar a lo que los mismos países organizaron poco antes de la invasión a Ucrania.
Tal vez la próxima andanada rusa no sea con drones vacíos. Posiblemente lleve una carga explosiva que desate nuevamente el caos en Europa.
@javimozzo