
Por: Javier Mozzo Peña
Desde el archivo digital donde aún está, un documento CONPES de marzo del 2022 promueve medidas para la transición energética en Colombia. Se trata de un compendio de decisiones para el ansiado salto a la energía limpia. Era una genuina aspiración para que el gobierno que iba a ser elegido dos meses después las considerara útiles y, claro, las pusiera en marcha.
El documento sigue en los anaqueles digitales del Departamento Nacional de Planeación, sin que el Gobierno de Gustavo Petro siquiera se haya dado cuenta de su existencia, a juzgar por la situación por la que pasa el país. No hay una política clara de transición en la presente administración, mientras nos encaminamos, como a comienzos de la década de 1990, hacia un apagón con graves consecuencias económicas.
Lamentablemente, a lo largo de sus 102 páginas, la política de transición energética que dejó el presidente Iván Duque y su ministro Diego Mesa en el documento 4075, no aborda ampliamente el uso de la energía nuclear.
Se trata de una de las fuentes de generación eléctrica más limpia que se conocen. Según el experto y divulgador científico, Alfredo García (@OperadorNuclear) es tan baja en emisiones de dióxido de carbono como las renovables, considerando todo el ciclo, desde la minería hasta la gestión de los residuos.
Su ventaja, entre otras, es que genera mucha mayor potencia constante, confiable y por más tiempo que la de fuentes renovables variables, que necesitan “de la mano de Dios” para que llueva (hidroeléctricas), salga el sol o corra el viento (eólicas).
Se ha discutido en otros países insistentemente sobre el futuro de la energía nuclear. Estados Unidos y Europa han liderado esas charlas, con una voz más alta recientemente, tras la arriesgada decisión de Alemania, próxima a completarse el 15 de abril, de apagar todas sus centrales nucleares y abrazar a las “energías limpias”.
En diciembre pasado, analistas destacaron como, después de décadas de satanizar la energía nuclear, 20 países llamaron a reforzarla, durante la conferencia climática COP28 de Dubái. Sin la asistencia de los tres países que más centrales están construyendo, China, India y Rusia, los 20 llamaron a triplicar la capacidad de generación nuclear al 2050, fecha límite para el cumplimiento de las metas de acción climática.
En el contexto actual, las “energías limpias” como la solar, la eólica y la geotérmica, se han vendido como la panacea, pero no aseguran potencia constante y además demandan un sólido respaldo en la explotación, refinación y una eficiente cadena de suministro de minerales para sostenerlas. También, extensos parques de almacenamiento con baterías, pues su generación no es firme.
Estados Unidos, China, Francia y Rusia son los mayores productores de energía nuclear y eso los ha hecho atender confiablemente la demanda de sus enormes aparatos industriales y los millones de hogares.
Por mencionar un ejemplo: la energía nuclear representa el 20% del suministro de Estados Unidos. De esa energía han hecho buen aprovechamiento, también y de manera callada, economías más pequeñas como Brasil y Argentina. Francia necesitará un 60% más de electricidad de la que hoy consume y ha anunciado la instalación de más reactores para cumplir las metas ambientales.
Reino Unido, China, Finlandia y Abu Dhabi, entre otros, se están moviendo hacia la instalación de más centrales nucleares. Entendieron perfectamente que la soberanía energética es un valiosísimo activo que hay que asegurar, luego de que Europa parcialmente lo perdió con la invasión de Rusia a Ucrania.
No hay mejor momento para, por fin, iniciar esa discusión en el país. Colombia atraviesa un difícil momento, y su matriz energética ha sido sometida a un elevado “stress” ante las bajas precipitaciones que han disminuido el caudal de los ríos y, consecuentemente, la capacidad de generación hídrica.
Esa dependencia ha incrementado las tarifas y ha obligado al uso más intensivo de centrales térmicas a gas o diésel, con la consecuente emisión de dióxido de carbono.
Recientemente la prestigiosa revista académica, Council on Foreign Relations (@CFR_org) convocó en un panel a varios expertos para que discutieran los argumentos a favor y en contra del mayor uso de la energía nuclear y sus implicaciones más amplias para combatir el cambio climático.
De los planteamientos surgen varias conclusiones. Primero, que la política energética nuclear tarda en dar sus frutos y que debe surgir de consensos políticos muy bien apuntalados.
Segundo, la industria está siendo dominada por Corea del Sur, China, Francia y Estados Unidos, que tienen la tecnología y el desarrollo para instalarlas. Los países que quisieran tenerla, como Colombia, deben entrar ya en el juego de los intereses políticos, diplomáticos y comerciales que se teje alrededor de quienes saben instalar y operar estas generadoras.
Tercero, se están diseñando centrales nucleares mucho más seguras y modulares. Los avances tecnológicos hacen que los desastres de Chernóbil en 1986 o de Fukushima del 2011 estén muy lejos de repetirse.
Cuarto, los países que quieran energía nuclear, deben reunir muchos requisitos, los dos primeros: recursos económicos e infraestructura. Naciones poco desarrolladas o en vías de hacerlo como Bangladesh, Turquía y Egipto ya están trabajando en ello.
Quinto: ¿Qué pasa con los residuos nucleares? Estados Unidos está lidiando con 88.000 toneladas de combustible nuclear gastado en 35 estados, con innegables dificultades y efectos ambientales y sociales. Pero actualmente maneja un exitoso proyecto en Nuevo México que es el único depósito geológico profundo en el mundo para residuos nucleares, los cuales también se están reciclando, lo que reduce las necesidades de la minería.
Abramos la discusión y tomemos medidas, dejando a un lado temores y condiciones. Nos agarró la noche en Colombia para decidirnos por la generación de energía nuclear. No dejemos a las manos de Dios el abastecimiento confiable y constante de electricidad. Es un lujo que no nos podemos dar.
@javimozzo