Europa y sus ejes debilitados

Europa
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Por: Javier Mozzo Peña 

Lo que está sucediendo con Alemania y Francia, en términos políticos y económicos, es bastante grave para Europa. Los dos ejes de la Unión Europea, los “padres” que le dieron vida al bloque hace ya décadas, pasan momentos tormentosos y afrontan débilmente retos de todo tipo. 

Lo peor es que le están dando combustible a movimientos que cada día están cobrando más fuerza y amenazan romper desde dentro la solidez europea. 

Dichos movimientos han estado en cabeza de populismos nacionalistas. Se hacen bajo un pregón de que ambos países, en otras lejanas épocas encarnizados enemigos, deberían, al menos, ser más contestatarios y confrontar los objetivos comunes; y, a lo más, abandonar la unión y procurarse por su propia cuenta un mejor futuro.

Tener una moneda, un banco central e instituciones políticas comunes, ha traído para Europa, en términos generales, relativa paz, en un contexto histórico de constantes pugnas y guerras. Y ha sido así por la unión monolítica que han promovido Alemania y Francia, siempre pendientes de fortalecer los principios comunes.

Ambos países son las mayores economías de ese continente. Precisamente, eso les ha conferido un carácter de mayor peso frente a los demás miembros de la unión.

Pero el papel de hermanos mayores y “adultos responsables” es precisamente lo que no se observa claramente que se esté ejerciendo a estas alturas del siglo XXI, ante las debilidades políticas y económicas que enfrenan los dos gobiernos. 

Hechos recientes no han sacado precisamente esa casta de liderazgo que analistas esperaban de Alemania y Francia. En el más grave acontecimiento, la invasión rusa de Ucrania, han estado a la retaguardia del liderazgo y las decisiones adoptadas por Estados Unidos.

De la misma forma, han cumplido un papel de testigos de la coerción económica de China y han desistido ejercer influencia en el llamado “Sur Global”, en el que el gigante asiático se ha movido como pez en el agua. 

Alemania y su consumo casi ilimitado de gas ruso, dio dinero suficiente durante mucho tiempo para que Vladimir Putin fortaleciera sus fuerzas armadas antes de la invasión de Ucrania. El país siguió recibiendo millones de moléculas de gas ruso, incluso desde que el autócrata se anexionó la península de Crimea, organizada y ejecutada en 2014, 10 años antes de su invasión total.

¿Qué ha pasado para generar esa falta de liderazgo de Europa y de sus dos principales motores?

Que ese continente ha perdido competitividad y productividad, que su tasa de natalidad ha caído y que se ha quedado con la inercia del impulso económico del que gozó en la segunda mitad del siglo XX.

En otras épocas, desafíos similares a los actuales dispusieron a Alemania y Francia en roles más proactivos y de liderazgo. Pero eso quedó atrás.

Por lo lados de Francia, esta semana, el presidente Emmanuel Macron vio como el Parlamento tumbó a su recién nombrado primer ministro, Michel Barnier, tras solo tres meses en el cargo, luego de prometer ajustes necesarios en el gasto público, entre otras impopulares medidas.

Una moción de censura en la Asamblea Nacional fue votada y ahora Macron se enfrenta no solo a nombrar remplazo, sino a ver debilitar su liderazgo, lo que podría llevar a convocar elecciones antes de que termine su periodo en el 2027.

Paralelamente, su déficit presupuestal está llevando a Francia a tener enormes problemas, con un crecimiento que según la OCDE no será ni de 1%, una deuda que supera el 100% de su PIB y un estado que ocupa ya buena parte de la economía.

Alemania tampoco luce bien. Luego del liderazgo ejercido por Angela Merkel en su largo periodo como canciller, el país está estancado, tras cortar, por fin, el cordón umbilical que la unía a las casi inagotables reservas de energía de Rusia.

El canciller, Olaf Scholz enfrentará un voto de confianza el 16 de diciembre y posiblemente lo perderá, ante lo cual se celebrarían elecciones anticipadas en febrero del 2025. La coalición política que lo apoyó se resquebrajó, tras despedir a su ministro de Economía justo el día de la elección de Donald Trump en noviembre pasado.

Algo refleja lo mal que la pasa la mayor economía de Europa: uno de sus mayores orgullos, el fabricante de vehículos Volkswagen, ha perdido tanto mercado a manos de China y Japón, que está estudiando el cierre de tres plantas en el país, lo que nunca ha sucedido en la historia del gigante industrial.

Su crecimiento económico tampoco supera el 1% y el incremento de los costos de la energía cada vez está devorando rentabilidad, pues, al tiempo que desconectaba los gasoductos que lo abastecían desde Rusia, desmontaba sus plantas de generación nuclear.

Lo anterior ha arrojado al país a los brazos de abastecedores de gas natural, lo que ha llevado a un encarecimiento de los costos y una reducción de las ganancias empresariales.

Europa luce apartada del liderazgo en las grandes conversaciones en innovación y desarrollo, así como de la alta tecnología, acaparadas hoy por Estados Unidos y China.

Pareciera que, sobre inteligencia artificial, armamento de última generación, cohetes de lanzamiento de uso civil y militar, “nano robots” médicos y biotecnología, no hubiera nadie más en la mesa de diálogo. 

Sin cabezas claras que saquen adelante esos temas y los pongan en práctica, es poco probable que se puedan enfrentar las graves amenazas que se ciernen sobre el Viejo Continente.@javimozzo

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