Moverse: La clave para envejecer con dignidad y plenitud
Bogotá, 10 de mayo de 2025. — Envejecer no debería ser sinónimo de deterioro inevitable. Tampoco un privilegio reservado a quienes fueron atletas toda su vida. Hoy, la ciencia lo respalda: moverse es una de las decisiones más poderosas para vivir más y mejor, y nunca es tarde para empezar.
A lo largo de las últimas décadas, la evidencia científica ha demostrado que la actividad física regular no solo previene enfermedades, sino que también puede ralentizar el proceso natural de envejecimiento. De hecho, según el Alzheimer’s Research UK, el ejercicio reduce hasta en un 40% el riesgo de deterioro cognitivo y demencia senil. Es decir, moverse no solo prolonga los años de vida, sino la calidad de esos años.
La actividad física: una medicina preventiva al alcance de todos
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha sido enfática: la inactividad física es uno de los principales factores de riesgo de muerte prematura a nivel global. Se estima que el sedentarismo es responsable del 9% de todas las muertes en el mundo, incluso superando al tabaquismo en algunos países desarrollados.
El ejercicio, por el contrario, actúa como una “polipíldora” natural con múltiples beneficios comprobados:
- Reduce en 35% el riesgo de infarto y enfermedades coronarias, según la American Heart Association.
- Disminuye en 45% la probabilidad de hipertensión si se incorpora antes de los 50 años.
- Reduce en 30% la aparición de diabetes tipo 2, según el National Institutes of Health.
- Mejora el estado de ánimo, la autoestima y la calidad del sueño, especialmente en adultos mayores.
“La actividad física no solo previene enfermedades, sino que ralentiza el envejecimiento mismo. Quienes se ejercitan regularmente pierden menos masa ósea, muscular y cognitiva con el paso de los años. Envejecer no tiene que equivaler a deterioro automático: el ejercicio es nuestro mejor aliado”, explica la Dra. Victoria Ospina, líder en Investigación de Entrenamiento y Salud de App Bodytech.
Por su parte, Rafael Socarrás, vicepresidente de Tecnología e Innovación de App Bodytech, lo confirma: “Cada vez vemos más personas que llegan a los 70 u 80 años con fuerza, equilibrio y autonomía. La constante es que incorporaron el movimiento a su vida diaria, incluso si empezaron después de los 40 o 50 años”.
¿Es tarde para empezar? Nunca.
Un estudio de la Harvard T.H. Chan School of Public Health (2022) reveló que comenzar a ejercitarse entre los 40 y 60 años reduce en más de 30% el riesgo de enfermedades que comprometen la vida, en comparación con quienes permanecen inactivos.
“No existe un punto de no retorno”, asegura la Dra. Ospina. “El cuerpo y la mente siempre responden al movimiento. Más allá de los músculos y huesos, el ejercicio libera endorfinas, mejora la autoestima y otorga un propósito diario que impacta positivamente la salud emocional”.
Ejercicio adaptado a cada etapa de la vida

El valor del ejercicio no depende de su intensidad, sino de su constancia y adaptación a cada etapa de la vida. Las recomendaciones varían, pero el mensaje es el mismo: moverse siempre suma.
- De 20 a 40 años: combina entrenamiento cardiovascular y de fuerza para construir una base física duradera.
- De 40 a 60 años: caminar a paso rápido, practicar yoga o pilates, fortalecer músculos y andar en bicicleta ayudan a prevenir enfermedades metabólicas y cardiovasculares.
- A partir de los 60 años: prioriza ejercicios de bajo impacto, movilidad articular, equilibrio (tai chi), trabajo con bandas de resistencia y caminatas suaves para mantener la independencia funcional.
Más allá del cuerpo: moverse es dignidad
La actividad física trasciende el aspecto físico. Para muchos adultos mayores, moverse significa mantener su independencia, participar en actividades sociales, conservar funciones cognitivas y vivir con plenitud.
Hoy, la tecnología ha democratizado el acceso al ejercicio, permitiendo rutinas personalizadas desde casa, sin necesidad de grandes espacios o costosos equipos. Solo hace falta constancia, intención y el compromiso diario de moverse.
Porque envejecer con salud no es cuestión de suerte, sino una construcción que empieza —y se refuerza— cada día. Moverse es, en esencia, el primer paso hacia una vejez autónoma, digna y plena.