Cuando un país rico piensa en su futuro

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Por: Javier Mozzo Peña

Dos muy esperados discursos sobre los programas económicos de los candidatos presidenciales de Estados Unidos se pronunciaron esta semana. País rico.

Reducción/aumento de impuestos, proteccionismo vía aranceles, facilidad para hacer negocios, subsidios, asistencialismo, apoyo de los pequeños negocios, empuje de salarios y consumo, son los temas gordos que entrará a estudiar el electorado estadounidense de cara a los comicios del 5 de noviembre.

Quien vaya a gobernar entre el 2025 y el 2029 a la única superpotencia mundial lo hará en un campo geopolítico minado por múltiples problemas y una abultada deuda que crece cada día.

Los comicios electorales estadunidenses son los más importantes de un agitado año en el mundo, en el que unos 4.000 millones de habitantes han definido sus destinos para los próximos años.

Los temas de Estados Unidos no distan mucho de los expuestos en campañas de otros países ricos y algunos pobres.

La diferencia: Su economía está valorada en casi 30 billones de dólares (30 veces más que la de Colombia), la inflación ronda el 2 %, tiene un desempleo de 4,2 %, con un ingreso per cápita superior a los 70.000 dólares al año; comercia con casi todos los países, es el mayor productor de petróleo y gas y tiene presencia militar en todos los continentes.

En ese contexto, entonces, vamos por partes.

Donald Trump, agotado ya el impulso popular que recibió del atentado que casi le cuesta la vida en Pensilvania, prometió una reducción de impuestos de 21 a 15 % para las empresas que fabrican sus productos en el país y una generosa ampliación de créditos para las que se dediquen a investigación y desarrollo.

Muy bien para la mermada competitividad del país, con una corta pero sustanciosa tradición de relocalización de compañías en países como China.

Trump eliminará al menos 10 regulaciones por cada una nueva creada. Otra medida que también contribuye a empresas a relocalizarse en ese país.

Pero en Nueva York eludió hablar de la imposición de aranceles para contrarrestar el enorme ascenso de China. En otros escenarios, el mandatario había expresado que duplicaría los impuestos a los autos eléctricos chinos ensamblados en plantas que el país asiático ha levantado en México para aprovechar el TLC. Mala idea, pues encarecerá la transición energética.

¿Y las finanzas públicas? Tranquilos, Trump expresó que habrá un crecimiento económico tan exuberante, que no valdrá la pena de qué preocuparse.

Los analistas económicos se rascan la cabeza pensando cómo podrá lograr eso, cuando toda evidencia apunta a que un recorte de impuestos debe estar acompañado sí o sí de uno igual o superior en el gasto público.

Además, atendiendo compromisos inaplazables con aliados de larga y reciente data como Israel y Ucrania, el presupuesto luce cada vez más apretado.

«Prometo impuestos bajos, regulaciones bajas, costos de energía bajos, tasas de interés bajas, fronteras seguras, niveles récord de delincuencia y aumentos en los ingresos para los ciudadanos de todas las razas, religiones, colores y credos”, dijo Trump en el Club Económico de Nueva York el jueves. “Mi plan derrotará rápidamente la inflación, reducirá rápidamente los precios y reactivará un crecimiento económico explosivo”, acotó.

Trump tuvo inmediatamente una respuesta para los expertos que abrieron la boca con la generosa promesa de recorte de impuestos: crear una Comisión de Eficiencia Gubernamental.

Un grupo de expertos -que no tuvo en su primer mandato- encargado de realizar una acuciosa auditoria financiera y de desempeño en todo el gobierno federal, el cual emitirá recomendaciones para reformas drásticas, que aún no sabemos específicamente en dónde se aplicarán.

La comisión pasaría desapercibida si no hubiera sido ideada por Elon Musk, entusiasta seguidor y uno de los mejores amigos de Trump. Muy seguramente, el hombre más rico del mundo propondrá meter mano a los gastos burocráticos y redundantes para adelgazar el enorme aparato estatal.

La vicepresidenta Kamala Harris, por su parte, estuvo el miércoles en Portsmouth donde expuso su plan para gravar más a las grandes corporaciones. Propuso aumentar de 21 a 28 % el impuesto a las corporaciones. Adicionalmente, planteó una tasa de 28 % para las ganancias de capital a largo plazo que pagarán los ultrarricos.

Quiere utilizar esos mayores ingresos para ayudar a estimular la construcción de 3 millones de viviendas y ofrecer exenciones fiscales a los padres de familia y a los emprendedores. O sea, asistencialismo puro y duro.

Espera implementar el tipo de políticas que el presidente Joe Biden no ha podido asegurar de manera duradera o, al menos, dejarlas fijas en un legado que ahora tiene embolatado el octogenario mandatario.

Para los analistas, las propuestas de Harris lucen más coherentes, pero no dejan de preocupar por las mayores cargas fiscales que generarán, lo que impactará la competitividad de la economía.

Harris espera asistir con 25.000 dólares a los compradores de vivienda por primera vez, así como un crédito fiscal de 6.000 dólares a los nuevos padres, adicional a un apoyo económico ampliado por hijo.

Es interesante apreciar cómo un país plenamente desarrollado y la democracia por excelencia en el mundo quiere abordar sus problemas. Ojalá sea la mejor elección para una época llena de retos y vicisitudes, en la que, hasta el momento, América Latina no juega ningún papel.

@javimozzo

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