Efecto bumerang

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Fue desesperante. La última semana de campaña fue desesperante. No se podía revisar el correo electrónico o el Blackberry porque estaban llenos de mensajes basura. En YouTube, Facebook y Twitter algo parecido. Vídeos, fakes y tweets inundaron la Red de chismes, mentiras, medias verdades, verdades a medias, noticias amañadas y “charlas” con libreto producidas en serie.

En radio y televisión debates en los que se abusó de la estrategia del “todos contra….” Pasquines que rodaron de mano en mano. Encuestas sobre medida. Y en los últimos dos días el teléfono. El fijo y el celular no cesaron de timbrar para que al contestar nos encontráramos con llamadas pregrabadas que presagiaban desastres y cataclismos si se votaba por un candidato y casi ordenaban votar por algún otro.

Ocurrió especialmente en Bogotá, Medellín y Soacha. Es lo que en las campañas políticas  se conoce como guerra sucia. Fue desesperante. Gracias a Dios la pesadilla terminó con las elecciones y la paliza que recibieron quienes la utilizaron fue tan dura que ojalá hayan aprendido la lección.

A los colombianos no nos gusta la guerra sucia. No apoyamos campañas y candidatos que se dedican a insultar, calumniar y ensuciar a los rivales en lugar de presentar y defender propuestas sensatas. Ya no tragamos entero.

Las campañas que acudieron a la guerra sucia como estrategia perdieron. Fueron víctimas del efecto bumerang. Fueron víctimas de su propio invento.

Es que los colombianos no somos tan tontos como parece. Señores, llegó la hora de empacar sus espejos.

 

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