
Por Javier Mozzo Peña
La Comisión Europea acaba de aprobar la llamada Ley sobre la industria de cero emisiones netas, que se constituye en un avance crucial en su empeño para ampliar y consolidar la fabricación de tecnología para generar energía limpia en los países del bloque.
La noticia no ha llamado mucho la atención en Colombia, que gusta mucho de enfrascarse en debates que suelen ir a ningún lado, o con los cuales no se toman decisiones importantes.
En la aparente indiferencia de los avances mundiales en política industrial para la producción de minerales estratégicos para la transición energética, Colombia debería despertar. Empezar, por ejemplo, en conocer al detalle sus reversas de minerales y cómo aplica medidas similares a las del Viejo Continente. Ya lo hizo Estados Unidos y China está bastante avanzada en ese propósito.
Europa está redondeando un interesante esquema institucional y jurídico soportado en tres pilares, el cual busca garantizar su soberanía en el propósito de generar energía limpia.
Primero, quiere aumentar su capacidad de fabricación de tecnologías que apoyan la transición. Se trata de que al menos el 40 por ciento de baterías, turbinas eólicas, paneles solares, sistemas de captación de gas carbónico, entre muchos otros, se fabrique en el mismo continente en el 2030.
Segundo, la “vieja Europa” está aliviando regulaciones para hacer más fácil la instalación y puesta en marcha de proyectos de generación de renovables y que esto se haga también con materiales, tecnología y mano de obra europeos.
Y, tercero, la Eurocámara aprobó una ley de minerales críticos para la transición, como cobre, silicio, níquel, hierro, cobre, aluminio y litio, entre otros, de tal manera que se garantice su explotación y refinación en el continente, alejándose de la dependencia que tiene de países fuera del bloque. Así, reducirá trámites de explotación, fomentará la innovación y apoyará a las pequeñas y medianas empresas especializadas.
En materia de extracción de minerales estratégicos para la transición, que es donde Colombia podría competir por su larga tradición minera y un aparente buen potencial, la meta de Europa es desprenderse de la dependencia de China, con la que el gigante asiático controla volúmenes y precios.
Y no es que este país haya sido bendecido con una riqueza mineral inconmensurable. Tanto ha abarcado China en la producción y refinación de esos minerales que se ha granjeado, a punta de ejercer su poder económico, amplios permisos para explotar las llamadas “tierras raras” en otros países, algunos subdesarrollados, prestando mucho dinero y poniendo mano de obra y tecnología propia para hacerlo.
El reto es enorme: el Viejo Continente no tiene una industria para producir los minerales que necesita para su transición. En algunos renglones lo hace en un 5 a 10 por ciento. Una buena parte la importa de China, que ha desarrollado toda la cadena de valor, desde los minerales, pasando por bienes intermedios y productos terminados como turbinas, paneles solares, bicicletas, patinetas, automóviles familiares y de carga, entre otros.
No basta con tener grandes yacimientos identificados de minerales como el litio, que es de lo que alardean Bolivia, Argentina o Chile. Hay que refinarlos con tecnología que también ya tiene bien desarrollada China. Millones de toneladas de tierra son necesarias para convertir el litio en baterías que mueven vehículos eléctricos y donde la refinan más eficientemente es en China.
Si Europa se está poniendo las pilas, Colombia no ha arrancado e incluso ha retrocedido. Para empezar, el Gobierno admite que no se conocen las reservas minerales del país, con excepción del carbón, el níquel y de algunos proyectos de oro, caliza, hierro y cobre. Así lo revelaba el Ministerio de Minas y Energía en su página web hasta el pasado 16 de febrero.
Si lo anterior no fuera los suficientemente grave, en enero, el gobierno de Gustavo Petro expidió un decreto que, en opinión de la Asociación Colombiana de Minería, limitará la capacidad de conocer los minerales con que cuenta el país y aprovecharlos estratégicamente para la transición. Será devastador su impacto, pues aparte de fomentar mayor informalidad, no parece que aporte o facilite herramientas útiles que proporcionen un conocimiento exacto de la localización, extensión y cantidad de reservas.
En tanto, las entidades públicas organizan “diálogos” con las comunidades a ver cómo vamos a explotar los minerales que guardan nuestras montañas y que son la base de la transición, sin que se adopten medidas para avanzar mientras se conversa.
En la etapa de identificación de problemas, según el Departamento Nacional de Planeación, prevalecen: la falta de infraestructura vial y eléctrica, la titulación de áreas mineras al vaivén de los políticos de turno, la excesiva informalidad minera, la inseguridad, la ausencia de lineamientos claros del gobierno y la baja competitividad para remplazar los minerales importados, entre otros.
Apenas en diciembre pasado el gobierno radicó en el Congreso un proyecto de ley para crear una empresa minera estatal con múltiples arandelas y funciones y que tomará su tiempo antes de que eventualmente se convierta en ley.
Empecemos por averiguar la riqueza mineral que tenemos. Paralelamente, busquemos que una parte de las inversiones de Estados Unidos y Europa para la transición energética llegue al país, aprovechando la oleada de dinero que están irrigando. No nos quedemos en controversias inanes que nos están dejando en el atraso.
@javimozzo