Por Javier Mozzo Peña
Muchos pensaban que Irán no se iba a quedar solo frente a las muy adversas circunstancias que está enfrentando. Que, con su posición estratégica en Oriente Medio, una enorme riqueza petrolera y un recurso humano altamente preparado, estaría rodeado de amigos que la apoyarían en momentos difíciles.
El país forjó apoyos mediante acuerdos de carácter económico, tecnológico y militar presentados con gran pompa en Teherán, Moscú y Beijing. Amplia cobertura de la prensa y notoriedad en las redes sociales. En escenarios montados para mostrar gobernabilidad, mando y acción por parte de la teocracia chií que gobierna Irán con mano de hierro desde 1979.
Con ese respaldo, era poco probable pensar que el país se iba a quedar solo.
Pero sucedió.
El momento de poner a prueba esos tratados llegó el pasado 13 de junio. Aviones militares israelíes aprovecharon el amplio corredor dejado en Siria e Iraq y decidieron lanzar un ataque contra infraestructura nuclear con fines militares que por décadas ha sido firmemente financiada con el petróleo iraní.
El mazo israelí golpeó con toda su furia y el estado teocrático que remplazó la monarquía iraní ahora se tambalea.
A placer, los israelíes se dedicaron a destruir sitios de almacenamiento de misiles, lanzaderas y cuarteles de la temida Guardia Revolucionaria, el ejército y la policía iraní, sin prácticamente oposición.
Las instalaciones de almacenamiento de material nuclear, centrifugadoras y bodegas enterradas a cientos de metros para la construcción de ojivas de misiles en el oeste de Irán, también fueron blanco de una aviación militar totalmente preparada y equipada, con apoyo de Estados Unidos.
¿Dónde se quedaron los que firmaron los acuerdos con Irán, que incluían apoyo e intercambio militar? ¿Dónde están los demás países musulmanes frente a semejante destrucción? ¿Qué decía la letra pequeña de los acuerdos respecto a un ataque de una nación hostil?
Rusia y China se han mantenido muy callados. Una condena de Rusia por aquí y una declaración de la cancillería china por allá. No mucho más de quienes le han comprado equipo militar y toneladas de petróleo y gas. Mientras Israel golpeaba a placer y con gran efectividad a Irán, sus “socios” se dedicaron a contemplar el panorama.
En el 2014, el profesor de la Escuela de Posgrado de Asuntos Públicos e Internacionales de la Universidad de Ottawa (Canadá), Thomas Juneau consideró que Irán escogió por muchas razones una “soledad estratégica” como uno de sus conductores en la política exterior.
En un artículo académico, el también experto e investigador en Medio Oriente expresó que esa aguda soledad ha sido resultado de factores inherentes a su actual posición en los sistemas regional e internacional.
Es peculiar el sistema de gobierno iraní. El máximo dirigente del país es el ayatola Jamenei, líder supremo que delinea y supervisa las políticas generales del Estado. Es, a su vez, comandante en jefe de las fuerzas armadas y controla las operaciones de inteligencia y de seguridad del Estado. Tiene potestad para declarar la guerra y designar y despedir al jefe del poder judicial.
Hay un presidente, pero está para que la constitución islámica se cumpla; es el jefe de gobierno, pero no comanda las Fuerzas Armadas. Su figura administrativa ni se tiene en cuenta en decisiones cruciales que debe tomar el país, como se vio en estos días.
Varios factores alientan la soledad iraní. Empieza con el idioma, pasa por su peculiar esquema de gobierno, sigue con que es el único estado étnicamente persa del mundo y termina con una exótica postura internacional en la que amenaza con hacer desaparecer a Estados Unidos e Israel.
Todo, para alentar un sentimiento antioccidental que nunca fue característica de la monarquía constitucional que lo gobernó durante siete décadas.
“La soledad estratégica explica las razones por las cuales Irán tiene intereses comunes muy limitados con sus vecinos y las dificultades y elevados costos para alcanzar una sana cooperación”, escribió Juneau.
Sus vecinos al otro lado del Golfo Pérsico -también amenazados por Irán- son monarquías que han firmado estrechos lazos de seguridad con Estados Unidos. Compiten con Irán en el mercado mundial del petróleo y el gas y además profesan la rama sunita del islamismo, en abierto conflicto con los chiíes.
Tampoco ayuda que esté rodeado de estados fuertes con inmensas ambiciones territoriales, que alientan guerras y rivalidades. Por ejemplo, Rusia está abiertamente entregada a conquistar Ucrania; Paquistán está en una firme confrontación con India; con Iraq tuvo un sangriento conflicto en la década de 1980 cuyas heridas no se cicatrizan; y en Siria ha incursionado “en caliente”, buscando a milicias kurdas que han organizado ataques terroristas.
Tampoco es miembro de ninguna organización de seguridad y, al contrario, cuando decidió vincularse al acuerdo de no proliferación nuclear para vestir de legalidad su programa de armamento, se vio molestada por constantes visitas de expertos para verificar que, verdaderamente, su plan de enriquecimiento de uranio fuera usado con fines civiles.
Este sábado se producirán las exequias de los centenares de altos miembros de la Guardia Revolucionaria, muertos durante los ataques selectivos de Israel. Tal vez en ese momento muchos iraníes se den cuenta del desperdicio de recursos económicos y humanos en el que la teocracia embarcó al país durante casi cuatro décadas y decidan tomar un mejor destino en sus manos.
@javimozzo