El llamado “referendo reeleccionista” tuvo un gran impacto sobre la campaña presidencial de 2010. Su principal efecto colateral consistió en distraer a casi todos los candidatos haciéndoles creer que Alvaro Uribe podría aspirar a un tercer periodo. Unos con mayor intensidad que otros, los candidatos cayeron en la tentación y dedicaron buena parte de su tiempo, esfuerzo, imagen y recursos en atacar al referendo, al Presidente y a su Gobierno. Por andar en esa “cruzada anti reeleccionista” descuidaron el que debió ser su principal objetivo: ganar la Presidencia de la República.
Con un agravante: unos más, otros menos, se fueron labrando ante la opinión pública la imagen de “anti-uribistas”, opositores al Gobierno más popular de todos los tiempos, enemigos de la Seguridad Democrática, la Confianza Inversionista y la Cohesión Social, las banderas cuya continuidad quería, y quiere, la mayoría de votantes.
Eso para el grueso del pelotón, porque para aquellos candidatos o partidos que habían tenido participación o habían trabajado en el Gobierno Uribe, aplicaban también adjetivos como “traidor y desagradecido”. Calificativos bastante dañinos si uno aspira a ser Presidente de la República. Sobre todo si se trata de suceder a Alvaro Uribe, a quien el 80% de los electores respalda y adora.
Un segundo gran efecto colateral que tuvo el “referendo reeleccionista” en contra la campaña presidencial 2010 tiene que ver con los medios de comunicación. Todos se dedicaron a cubrir en detalle las incidencias del proceso del referendo en sus diferentes instancias, sometiendo a los demás candidatos a una especie de “cono del silencio”, como lo llamaba el “Súper Agente 86”, que los dejó hablando solos o ante un público que estaba pensando en otra cosa.
Fue tan duro el efecto de ese “cono del silencio” que candidatos como Sergio Fajardo y Germán Vargas recorrieron el país dos o tres veces y nadie se dio cuenta. O a nadie le importó. Todos estaban pendientes de los medios y sus escándalos contra el referendo.
El Partido Verde y sus tenores y el Partido de la U, con Juan Manuel Santos a la cabeza, fueron los únicos que supieron interpretar la situación e hicieron lo que tenían que hacer. Los verdes se inventaron una campaña original, decente y divertida que les permitió romper el cerco de aislamiento de los medios especialmente fuera de Bogotá y los llevó a ser la gran sorpresa de estas elecciones.
El Partido de La U en lo suyo. Mostrándose como lo que es: el partido de Uribe, el partido de Gobierno, el único a favor del “referendo reeleccionista”, el único partido fiel a Uribe. Características todas que lo llevaron a consolidar sus mayorías parlamentarias. Con un Juan Manuel Santos, pero prudente. Inteligente.
Así las cosas, cuando la Corte Constitucional dictó sentencia y Uribe quedó fuera de la competencia, los únicos realmente preparados para enfrentar la verdadera campaña presidencial, que prometía ser de vértigo, eran Antanas Mockus, el gran ganador de la consulta verde y Juan Manuel Santos, aclamado por los militantes de la U. Los dos estaban intactos.
Los demás llegaron a la etapa definitiva cansados, maltrechos, acusando heridas en combate y con derrotas en su haber en las escaramuzas previas. En este punto ya habían gastado buena parte de su tiempo, presupuesto y energía combatiendo a un fantasma. El fantasma del referendo.
O, como diría la sabiduría popular, habían quemado su pólvora en gallinazos.