
El hombre responsable de coordinar y entregarle al presidente Donald Trump las órdenes ejecutivas que ha estado firmando casi desaforadamente en los primeros días de su nuevo mandato se llama Will Scharf.
Por Javier Mozzo Peña
El hombre responsable de coordinar y entregarle al presidente Donald Trump las órdenes ejecutivas que ha estado firmando casi desaforadamente en los primeros días de su nuevo mandato se llama Will Scharf.
Se trata de un abogado de San Luis, Misuri, de no más de 30 años, que cuenta con títulos de Harvard y Princeton.
Hasta que varias personas en las redes sociales revelaron su nombre, lucía como un misterioso personaje, sobre todo porque no había aparecido en las comparecencias públicas de Trump de la campaña política y las celebraciones de su arrasador triunfo.
Precisa y ordenadamente, Trump recibe de manos de Scharf un portafolio negro que guarda el texto de la orden ejecutiva y, antes de firmarla, escucha al abogado atentamente una corta presentación de lo que va a firmar.
“Esta es una muy buena”, dice el presidente, tras lo cual, el hombre flaco y con barba sin afeitar, le contesta: “Yes, sir!”.
Es interesante constatar cómo con ese “Yes, sir!”, Trump le abre paso a su imprevisible y aparentemente alocada agenda de política exterior.
No se ha escuchado de boca de líderes mundiales decir “Sí señor”, pero Trump sabe que está empezado a sacudir a los equipos de trabajo de muchos líderes mundiales, quienes se sienten aludidos, directa o indirectamente, por lo que les viene encima.
Trump se queja que sus aliados, comerciales y militares, se han aprovechado del poder de Estados Unidos y se han dormido en los laureles esperando a que hay un “hermano mayor” dispuesto a ayudarles sin nada a cambio.
Que Estados Unidos puede recibir sin problemas una cantidad ingente de migrantes, sean delincuentes o no, sean educados o no. Que Estados Unidos saldrá a defenderlos militarmente cuando enfrenten una amenaza de invasión de sus vecinos.
Las reacciones de los líderes aludidos se han reflejado tibiamente en decisiones y órdenes que permiten pensar que algo de razón tienen los reclamos que Trump en la nueva manera de abordar las alianzas con los demás países.
Pasó casi desapercibida una información según la cual el máximo ente auditor de las cuentas públicas de Panamá, inició una auditoria a Panama Ports Company, una subsidiaria de una firma china que opera dos puertos en el canal, uno en el Atlántico y otro en el Pacífico.
Resulta que la investigación se conoció en momentos en que se denuncia que puertos adyacentes al canal, en sus entradas al Pacífico y al Atlántico, no han pagado lo que les corresponde por el uso de los terrenos. Es más, que no han pagado ni un dólar por operarlos.
Es decir, al parecer China sí está obteniendo una ventaja competitiva. Que sí están sustentados reclamos de Trump en torno a que los barcos mercantes y navíos de guerra estadounidenses pagan exorbitantes tarifas por el cruce y que eso se remediará cuando se vuelva a tener el control sobre la vía transoceánica.
En otro frente, el europeo, recientemente un editor de la revista Foreign Affairs, comentó que la directora del Baco Central Europeo, Christine Lagarde, abrió la posibilidad de que el Viejo Continente le compre más bienes y servicios a Estados Unidos, para, tal vez, aplacar a Trump en su empeño por imponer aranceles.
El propio día de su juramentación, Trump mencionó el caso de países europeos que no cumplen con los compromisos de gasto militar para hacer parte de la OTAN y deberían ser castigados con aranceles.
El mandatario se había quejado en su primera administración de que los europeos simplemente están tranquilos de que un ataque proveniente de Rusia será contestado con el poder militar estadounidense, el principal socio de la alianza.
En Canadá, a la que Trump quiere anexar como el estado número 51, arreciaron las redadas y acciones contra los carteles de la droga y el fentanilo, mucho de cuyo tráfico procede de México y China.
Han sido confiscadas toneladas de mercancía ilegal luego de que el mandatario estadounidense amenazó con imponer aranceles si no se aseguraban en contener ese tráfico.
El mismo 20 de enero, Trump firmó una orden ejecutiva en la que declara a los carteles de la droga organizaciones terroristas, algo que podría desatar incluso acciones preventivas de autoridades estadounidenses en el propio territorio de México, tras lo cual, las autoridades mexicanas aumentaron el pie de fuerza en la frontera.
En cuanto a las deportaciones, la presidente de México, Claudia Sheinbaum, anunció atención integral a quienes son regresados desde Estados Unidos, vinculándolos a la seguridad social y ayudándoles con aportes en dinero.
La prensa de ese país reportó que el Consejo Empresarial prometió abrir 35.000 plazas de trabajo para los mexicanos que sean deportados.
¿Por qué el gobierno mexicano esperó a que Trump firmara órdenes ejecutivas de deportaciones masivas para adoptar decisiones que, tomadas en el momento preciso, bien hubieran podido contener el paso de migrantes muchos antes de llegar a la frontera?
Posiblemente la llegada del nuevo vecino a este barrio llamado América, con su estilo barriobajero y prepotente (“matonero” en palabras del economista Jeffrey Sachs), era lo que se necesitaba para que reaccionaran quienes dicen ser sus socios y sus aliados.
Tal vez, sin quererlo, le están diciendo a Trump “Yes, sir!”.
@javimozzo